¿Por qué García Márquez llevaba una flor amarilla en el saco?

Gabriel García Márquez fue un hombre supersticioso: Siempre tenía flores amarillas, en su saco,  en su casa. El motivo: por aquello de que las flores amarillas traen suerte. Por eso “mientras haya flores amarillas nada malo puede ocurrirme”. Aseguraba el Nobel de Literatura 1982.

 

Para estar seguro recurría a las flores amarillas o buscaba estar rodeado de mujeres. Por eso no podía escribir si no había una flor amarilla en el escritorio.

 

Era tal su fascinación y deseo que en “Cien años de Soledad” relata un pasaje donde José Arcadio Buendía, poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro.

AMULETO. Para estar seguro recurría a las flores amarillas o buscaba estar rodeado de mujeres Gabriel García Márquez

La experiencia creativa de ‘Gabo’ era tal que se anticipó a describir su propia muerte, cuando vivía en Barcelona en los años setenta y ochenta. 

 

En un sencillo y cercano prólogo de “Doce cuentos peregrinos” García Márquez cuenta:

 

Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con un severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta.

 

Eres el único que no puede irse, me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos.

 

HVI