Luchadores asesinos y asesinados

CIUDAD DE MEXICO, México. 23 Mar. 2015.- Uno de los primeros casos que llamó la atención pública fue el del luchador Francisco, Pancho Valentino. Era todo un ídolo de las multitudes y subía al ring vestido de torero. Pero además de ser luchador y bailarín era un criminal. En octubre de 1950 le cortó el rostro a una bailarina francesa por lo que perdió la licencia para seguir luchando. Sólo su fama evitó que fuera a la cárcel, aunque después uno de sus crímenes lo envió a las Islas Marías.

Luego de siete años del ataque a la francesa, Valentino se relacionó con el torero Ricardo Barbosa Jiménez, alias el Novillero, amigo de un sacerdote. Junto con otras dos personas, Pancho Valentino y Barbosa planearon el crimen del párroco.

 

El 10 de enero de 1957 Valentino y sus cómplices fueron a la iglesia de Nuestra Señora de Fátima en el número 107 de la calle de Chiapas, en la colonia Roma. Una vez allí envenenaron al perro que cuidaba y entraron al templo para sorprender al padre Juan Fullana Taberner a quien atacaron para que les diera el dinero de las limosnas. Lo llevaron a su recámara donde lo golpearon y al no encontrar nada se llevaron objetos valiosos utilizados en las misas. Valentino mató a golpes al párroco y lo dejó tirado en el suelo.

Valentino huyó a Tampico donde fue detenido después de varias semanas. Junto a sus cómplices fue sentenciado a 20 años de cárcel en Lecumberri donde siguió entrenando y dio clases de lucha. Pero su mal comportamiento obligó a las autoridades a enviarlo a las Islas Marías. Pancho Valentino murió de un infarto en 1977, diez días antes de purgar su condena.

En 2009 un caso extraño conmovió a la opinión pública. El luchador Andrés Alejandro Palomeque González, alias  Abismo Negro, viajaba a la ciudad de México en autobús cuando pidió al chofer que estacionara. Se puso la máscara con la que siempre luchaba, bajó del camión y se internó en el monte. Su cadáver fue encontrado días después en una fosa llena de agua. Nunca se supo si fue suicidio o asesinato.

 

En 2009 un caso extraño conmovió a la opinión pública. El luchador Andrés Alejandro Palomeque González, alias  Abismo Negro, viajaba a la ciudad de México en autobús cuando pidió al chofer que estacionara. Se puso la máscara con la que siempre luchaba, bajó del camión y se internó en el monte. Su cadáver fue encontrado días después en una fosa llena de agua. Nunca se supo si fue suicidio o asesinato.

 

En 2009 un caso extraño conmovió a la opinión pública. El luchador Andrés Alejandro Palomeque González, alias  Abismo Negro, viajaba a la ciudad de México en autobús cuando pidió al chofer que estacionara. Se puso la máscara con la que siempre luchaba, bajó del camión y se internó en el monte. Su cadáver fue encontrado días después en una fosa llena de agua. Nunca se supo si fue suicidio o asesinato.

El 23 de junio de 2007, el canadiense Chris Benoit, uno de los mejores luchadores del mundo y estrella de la WWE, estranguló a su esposa y a su hijo de siete años. Pasó una semana al lado de los cadáveres y se suicidó. Lo fueron a buscar porque tenía una lucha y no se había presentado cuando descubrieron la escena. Curiosamente, la noticia apareció en Wikipedia en inglés catorce horas antes de que la policía encontrara los cuerpos.

Uno de los casos más famosos en México fue el de Juana Barraza, La Mataviejitas, asesina serial de casi cincuenta ancianas en la Ciudad de México. Barraza luchaba con el alias de ‘La Dama del Silencio’ y utilizaba su fuerza física para someter a sus víctimas. Trabajaba los fines de semana en arenas de pueblo.

El caso icónico de luchadores asesinados en México fue el de los hermanos Alberto y Alejandro Pérez Jiménez, Espectrito II y La Parkita respectivamente. Comenzaron su carrera profesional en 1992 bajo el nombre de Pequeños Diablos y después se hicieron llamar Voladorcito y Fuercita Guerrera. Llamaban la atención de los espectadores por su tamaño. Eran casados y cada uno tenía cuatro hijos. Luchaban cuatro veces por semana. Pero un día tras compartir el ring con su hermano mayor Mario, Espectrito I, decidieron ir a celebrar a Garibaldi. Allí conocieron a dos mujeres de la vida galante, Estela González Calva, alias La Tía y María de los Angeles Sánchez Rueda, La Gorda.

 

Los cuatro acordaron pasar la noche juntos y se dirigieron a un hotel del Centro Histórico. Las dos mujeres les agregaron gotas oftálmicas a sus bebidas para dormirlos y robarles. Pero les falló la dosis por el tamaño de los luchadores y los mataron.

 

Las dos mujeres formaban parte de una banda conocida como Las Goteras, que había matado a varios personas para robarlas. Al cometer su crimen las dos mujeres huyeron y los encargados del hotel descubrieron los cadáveres después de varias horas.

 

Los cuerpos fueron entregados días después a sus familiares quienes los velaron en la casa de su madre de la colonia de Santa Martha Acatitla. Sobre los féretros colocaron sus máscaras convirtiendo el velorio en un espectáculo surrealista. Fueron enterrados en el panteón de San Lorenzo Tezonco. Las dos mujeres asesinas fueron detenidas y sentenciadas a terminar su vida en la cárcel.

 

 

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