García Márquez y el poder

Gabriel García Márquez nunca ocultó su relación directa con Fidel Castro Ruz.

 

La del escritor y la del político cubano fue una amistad cercana, nacida cuando García Márquez se fue a Cuba a trabajar para la agencia oficial de noticias Prensa Latina, al comenzar la década de 1960.

 

Para Castro escribió Operación Carlota: Cuba en Angola, con la supervisión personal del entonces presidente cubano.

 

Esa relación fue criticada en su momento por otros intelectuales como Mario Vargas Llosa, que lo definió en términos poco amistosos como “lacayo”.

 

El historiador Enrique Krauze escribió un ensayo donde recordó cómo García Márquez había definido su adhesión al régimen de Castro como una “comunión con los santos”.

 

La relación serviría para que el escritor realizara gestiones para varios presidentes colombianos.

 

“La nuestra es una amistad intelectual, cuando estamos juntos hablamos de literatura”, dijo García Márquez.

 

A principios de los años 70, Gabriel García Márquez decide irse a España para escribir sobre un dictador, en este caso Francisco Franco. Para ello eligió la ciudad de Barcelona.

 

En 1974 el escritor publicó en la revista Alternativa un artículo donde condenó la muerte del presidente chileno Salvador Allende, ocurrida meses antes, el 11 de septiembre de 1973.

 

Su relación con presidentes o jefes de Estado no siempre fue buena. En los años 80 Julio César Turbay Ayala, entonces presidente de Colombia, lo acusó de financiar al movimiento terrorista M-19. En ese entonces pidió asilo a México.

 

Pero se mantuvo inquieto por la realidad de su país; en 1998 García Márquez decidió apoyar la candidatura a la presidencia de Andrés Pastrana, pero lo hizo a distancia porque no abandonó su residencia en México.

 

En sus obras, el escritor dejó siempre un testimonio de su tiempo.

 

Su primera novela La mala hora hace referencia a Gustavo Rojas Pinilla, quien encabezó un régimen militar en Colombia.

 

García Márquez aprovechó sus obras para retratar la realidad política, en especial la de su país natal. En Cien años de soledad” describió un poder político que no se había consolidado y que regulara las relaciones entre los hombres.

 

En El otoño del patriarca, García Márquez volvió a subrayar la política, pero ahora se trata de la dictadura y su líder grotesco y sanguinario, una figura que bien pudo tomarse de cualquier figura latinoamericana.

 

Estados Unidos le negó la visa y cuando Bill Clinton llegó a la Presidencia de ese país, Gabriel García Márquez pudo viajar a suelo estadounidense.

 

Sus simpatías políticas siempre fueron evidentes. En una conversación con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza dijo que quería que el mundo fuera socialista. Y agregó: “Creo que tarde o temprano lo será”.

 

En 2008, Gerald Martin publicó la primera biografía autorizada de García Márquez. Allí Martin aseguró que el escritor colombiano tenía una enorme fascinación por el poder y que ésta no era gratuita.

 

En ese texto biográfico de 700 páginas queda claro que Gabriel García Márquez también se sintió atraído por Felipe González, el líder del Partido Socialista Obrero Español.

 

En el 2006 García Márquez se unió a otras personalidades de América Latina como Ernesto Sabato, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Frei Betto, Carlos Monsiváis y Pablo Milanés para apoyar la independencia de Puerto Rico.

 

La política y el poder estuvieron siempre ligados a su propio nombre: Gabriel García Márquez.

 

VM,