Tlatelolco, 50 años de la Ciudad Invencible

FOTOS: TLATELOLCO, 50 AÑOS

 

Antonio Fonseca es uno de los sobrevivientes. Camina sobre 676 años de historia, con sus pasos hace sonar los adoquines flojos de la Plaza de las Tres Culturas. Lleva las manos en los bolsillos y la boina gris que le cubre, apuntando al suelo. Es de noche, recorre Tlatelolco. Este territorio, alguna vez símbolo del México moderno, envejeció. Hoy está lleno de nostalgia, deteriorado en su medio siglo de vida.

Antonio ha vivido 48 años en la Ciudad de Tlatelolco. Ante  sus ojos cayeron las bengalas con las que todo inició el 2 de octubre del 68; en 1985, abrazado a una columna de concreto, se derrumbó junto a él un coloso de 58 metros, eran las 7:19 horas que estremecieron el país. Desde hace 11 años encabeza ‘Vivir en Tlatelolco’, un ejercicio de periodismo comunitario a través de una revista que, con colaboración de otros tlatelolcas y muchas veces dinero de bolsillo propio, busca rescatar el sentido de comunidad que se perdió.

Miguel Ángel Márez y Antonio Fonseca, titulares del Comité Editoral de 'Vivir en Tlatelolco'

Foto: Alan G. Hernández Ortiz

El Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco fue inaugurado por el presidente Adolfo López Mateos nueve días antes del fin de su sexenio, para ejemplificar el Milagro Mexicano, la modernidad. El proyecto, del arquitecto mexicano Mario Pani, se levantó en un territorio de 1km2 que fue bodega de ferrocarrileros, aduana de pulque, herradura de tugurios y más de cuatro siglos atrás, potencia comercial mexica.  Se construyeron 12 mil departamentos, algunos de lujo total: mármol, caoba, elevadores, penthouse y hasta acceso exclusivo para servidumbre; 112 edificios con todos los servicios, rodeados de escuelas, parques, clubes deportivos, hospitales, teatros, una estación del Metro y un cine, hoy abandonado y en venta.

Los primeros habitantes eran clase media que crecía, la mayoría profesionistas jóvenes a punto de iniciar una vida. Tlatelolco se convirtió rápidamente en el lugar de moda. Por sus andadores, parques, escaleras y elevadores era común ver esposas de políticos, actores, artistas, intelectuales, cientos de niños jugando. Una ciudad joven.

Foto: Alan G. Hernández Ortiz

En una mesa de la cafetería que alberga el edificio Juárez, Antonio Fonseca hace un alto en su charla sobre Tlatelolco, mira hacia un corredor vacío que conduce al Deportivo 5 de Mayo, reconoce que el nivel de vida de aquellos años no regresará.

Miguel Ángel Márez es antropólogo, tlatelolca de cepa, candidato a doctor por  la UNAM e integrante de ‘Vivir en Tlatelolco’: “hay mucha nostalgia por el tipo de vida que teníamos en el pasado. Era distinguido ser tlatelolca. Había un tejido social realmente consolidado”, afirma.

Tlatelolco es un pasado prehispánico, colonial y contemporáneo. Lo marcó la masacre de 1968 y dejó dolor, pero no es el golpe que más lastimó, fue el 19 de septiembre de 1985. El edificio Nuevo León se derrumbó de forma parcial por el sismo de 8.1 grados de intensidad. Dos minutos. Toneladas de varillas, concreto, muebles, escombros. Murieron cientos.

“El sismo no únicamente derrumbó dos módulos del edificio Nuevo León. Se derrumbó la distinción, la garantía de estar en un espacio seguro. Mucha gente tuvo miedo de su propia casa”, subraya Miguel Ángel Márez.

Luego del sismo escaparon de Tlatelolco cinco mil familias. Las que se fueron dejaron departamentos en renta con nuevos inquilinos que no encajaron en la comunidad tlatelolca. Las que quedaron iniciaron una lucha por tener una vivienda digna y recuperar lo que se fue.

“Muchos vecinos fueron sinceramente impetuosos por defender el lugar que habitaban. Aún hoy, a contracorriente, existe todavía ese cariño y es una de las razones por las que estamos aquí, luchando por Tlatelolco”, afirma Miguel Ángel Márez.

Foto: Alan G. Hernández Ortiz

Los edificios fueron reforzados. Doce debieron demolerse. Pero el miedo quedó en los que se fueron y en el resto de los capitalinos que ven en Tlatelolco un riesgo latente, “estos edificios aguantan más sismos como el del 85… y 100 años más”, asegura Antonio Fonseca.

Hoy Tlatelolco luce deteriorado, fachadas despintadas, andadores oscuros, rincones llenos de basura. Márez y Fonseca trabajan por generar un Tlatelolco con nuevos vínculos entre vecinos que puedan mejorar las condiciones de vida y reconstruir así una comunidad.

“Tlatelolco es un archipiélago. Cada edificio es una isla con sus propias problemáticas y necesidades. Para muchos Tlatelolco es de su puerta para adentro, se desentienden de todo. Hay relaciones rotas”, enfatiza Márez. Coincide con Fonseca en que Tlatelolco sigue siendo un espacio bueno para vivir, aseguran que un departamento puesto en renta se ocupa casi a los cinco minutos.

“Festejar 50 años es un reencuentro con nosotros mismos,  es volver a vernos como protagonistas de esta historia, es hablar de 50 años de memoria, de familias, de historias que han forjado este espacio”, concluye Miguel Ángel Márez.

Tiroteos, sismos, marchas, manifestaciones y pintas en la Plaza de las Tres Culturas, desorganización vecinal, el olvido y los años, todo ha pasado por aquí. Antonio Fonseca es uno de los sobrevivientes. Tlatelolco no caerá, es tierra de aguerridos e invencibles: fue la ciudad prehispánica que soportó durante más tiempo los embates españoles. Tlatelolco no se vence, hoy celebra sus primeros 50 años.

 

AGHO