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Cambios en la forma de comer que enferman a los mexicanos

Carne de liebre, venado, pescado y guajolote. Jitomate, chile, epazote y orégano. Maíz, frijol y calabaza. De beber un poco de chocolate en agua: ¿cuándo fue la última vez que comiste algo así?

Por siglos las culturas prehispánicas se alimentaron con base en los ingredientes que encontraba en su entorno. Con la llegada de los españoles, esa dieta incluyó proteínas y vegetales desconocidos para los indígenes. En lugar de bebidas de cacao amargo en agua y chile, los mexicanos comenzaron a preparar chocolate con leche y azúcar, agua de horchata, té de manzanilla y agua de jamaica.

Los ingredientes que los indígenas comían fueron combinados con especias y semillas del lejano oriente, arroz y carnes exóticas para construir la base de la gastronomía nacional, pero conforme los siglos fueron pasando, otro cambio en la cultura alimentaria mexicana se fue acercando: la globalización.

Hoy el mexicano no desayuna un delicioso plato de frijoles charros o entomatadas salvo que se trate de una ocasión especial, sino que, por la premura del día, acude a la sucursal de su cadena de comida rápida favorita y pide nuggets con papas fritas, una hamburguesa de carne, pepinillos y refresco bien frío.

Plato de frijoles charros, platillo típico mexicano.(Wikimedia Commons)

Para comer ordena una pizza de queso con pepperoni y para cenar acude a un puesto callejero para comer unas alitas adobadas cubiertas casi en su totalidad por todo tipo de salsas comerciales picantes y saladas.

La comida tradicional mexicana suele ser más nutritiva que los nuevos alimentos que la influencia extranjera ha puesto sobre la mesa a los mexicanos, pero también más exigente con sus ingredientes y tiempo de preparación.

Por eso y por la falta de tiempo que la vida moderna en las ciudades trae consigo, los mexicanos ven en la comida industrializada una opción más viable para satisfacer sus necesidades nutrimentales. El problema es cómo las satisface.

¿Por qué tomarse tres horas en preparar recetas tradicionales mexicanas si uno puede saciar su hambre en cuestión de minutos en algún puesto callejero que vende tortas en pan hecho con harina blanca industrializada que, además de vistosa, es más barata?

La vida en las ciudades y los cambios en la dieta

De acuerdo a información de InfoAserca, en 1960, el mundo rural representaba casi la mitad de la población mexicana, para el año 2010 la población rural representó el 22% del total, en tanto que el 78 por ciento está considerada como urbana.

Este cambio modificó la forma en la que los mexicanos obtienen los ingredientes que necesitan para preparar sus alimentos. De esta manera, las harinas hechas en molinos locales fueron siendo reemplazadas por las que vienen de procesos más mecanizados, y la producción regional de los alimentos fue cediendo terreno a los que las fábricas producen de forma masiva para satisfacer la demanda.

Las harinas procesadas son malas para la salud (Wikimedia Commons)

Según datos del mismo organismo, en 1980 el consumo de tortilla por mexicano al año –medido a través del consumo nacional aparente- se calculaba en casi 149 kilogramos, para 1990 cayó a 100.4 kg, en 2000 disminuyó a 72.1 kg, mientras que para 2008 se redujo a 78.4 kg. Esto significó la pérdida de importantes fuentes de proteína y fibra que caracterizaron históricamente la dieta de los mexicanos.

Al contrario, el estudio también reveló que el consumo de refresco por mexicano aumentó a 153.8 litros al año cuando en 1990 se tomaban 138 litros por persona durante el mismo periodo.

¿Qué significa esto? Un aumento en el consumo de alimentos industrializados está relacionado con el crecimiento de las cifras de enfermedades relacionadas con una mala alimentación: diabetes, problemas cardiovasculares, hipertensión y obesidad, principalmente.

No por nada en tan solo 30 años los mexicanos han pasado de ser un país con altos índices de obesidad a la nación más obesa del mundo, con un 32% de la población padeciéndola.

El problema con nuestro país no es que estemos comiendo poco, sino que cada vez comemos más y peor.

El consumo de alimentos altos en carbohidratos, grasas y proteínas, aunado al cada vez más común hábito de saltarse comidas, contribuyen al desarrollo de mexicanos cada vez más enfermos, y la desinformación sobre qué alimentos deben consumirse y cuándo es también tan perjudicial para la población como alimentarse únicamente con base en refrescos y carne industrializada.

Estos problemas generan, entre otras coas, un gasto en el sector de Salud aproximado de 124 mil millones de pesos al año para atenderse, según datos recopilados por la startup Deli Delivery, cifra que se calcula, nos cuesta a cada mexicano poco más de mil 012 pesos con 80 centavos anuales cubrirla.

Los nuevos hábitos de alimentación en México no solo son un problema de salud, sino también uno económico que, de no atenderse, continuará creciendo hasta alcanzar niveles de epidemia.

El té de flor de jamaica es rico en vitamina C y tiene propiedades diuréticas.(Wikimedia Commons)

¿Qué hacer?

En lugar de consumir refresco, los mexicanos podríamos comenzar a tomar agua simple o aguas de sabor hechas con ingredientes naturales y bajos en azúcar.

De acuerdo a datos de Merca Wise, aproximadamente el 70% de los mexicanos consumen refrescos al menos una vez a la semana.

También se recomienda disminuir el consumo de calorías provenientes de comida chatarra. Este cambio hará que ya no pertenezcas al 52% de mexicanos que consumen este tipo de alimentos de manera frecuente.

El refresco contiene el doble de la dosis diaria recomendada de azúcar (Wikimedia Commons)

Incrementar la actividad física es también esencial para dejar de pertenecer a la estadística de mala alimentación entre los mexicanos: 23% de gente que no hace ningún tipo de ejercicio.

Evitar tanto como se pueda saltarse comidas, pues hacerlo solo genera problemas que podrían evolucionar en intolerancia a la glucosa y diabetes. Respetar los horarios de cada comida y alimentarse de forma balanceada son clave para llevar una vida más sana y con bajos niveles de colesterol y grasa.

Aprender a comer bien también es importante. Por ejemplo, el desayuno debe incluir los tres grupos básicos: cereales, de preferencia integrales, frutas y verduras, y productos de origen animal o leguminosas en porciones de 40 gramos cada una.