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HISTORIA

Londres fue una de las ciudades más repugnantes de la historia

Hoy es una capital cultural de renombre pero hace más de 150 años Londres era considerado un verdadero agujero dominado por la podredumbre social y secuestrado por el intenso olor a desechos humanos y animales.

El Río Támesis que en nuestros días aparece como protagonista de miles de fotos subidas a las redes sociales era en 1858  hogar de una cantidad inconmesurable de bacterias y animales que afectaban la vida de los londinenses a tal grado que obligaba a muchos a escapar al campo.

La gente llevaba siglos haciendo sus necesidades en el río y la gran cantidad de curtidores de piel y carniceros que llegaron a trabajar a lo largo del Támesis, comenzó a usar su cauce como una forma de deshacerse de todos sus desperdicios.

Además, la era industrial había traído consigo un invento increíble: el retrete, pero este, en lugar de ayudar, solo demostró que el alcantarillado medieval de la ciudad debía ser renovado con urgencia.

Pronto restos de animales, pedazos de cuero curtido, heces fecales y toda suerte de desechos propios de la nueva era por la que atravesaba la ciudad más poblada de ese entonces, contribuyó a lo que más tarde se conoció como El Gran Hedor.

Hicieron falta varios experimentos científicos para demostrar que el agua del Támesis era un riesgo de salud pública (Wikimedia Commons).

Las crónicas de la época dicen que Londres olía tan mal que los miembros del Parlamento Británico se vieron forzados a interrumpir sus sesiones y la gente rica escapó a sus mansiones en la campiña inglesa para no volver jamás a la capital.

El problema del contaminado aire londinense se volvió ineludible cuando en el verano de 1858, el calor aceleró la putrefacción de toda la basura que se apilaba en las calles de la ciudad y el olor a muerte que emanó del río llegó a las narices de todos sus habitantes.

No fue hasta que el hedor invadió, literalmente, los pulmones de los más poderosos del país, cuando se comenzó a pensar en una solución.

La contaminación del río Támesis no solo fue un problema de hedor, sino también uno de salud pública, pues su agua marrón era consumida regularmente por los londinenses que no sabían que beberla era ingerir también millones de agentes patógenos. Esto provocó incontables brotes de disentería, cólera y fiebre tifoidea que cobraron la vida de miles de personas.

Las obras tardaron 30 largos años en completarse (Wikimedia Commons).

Hacia mediados del siglo XIX la ciudad comenzó a crecer de una forma muy acelerada y se volvió claro que el viejo alcantarillado de Londres debía ser renovado urgentemente. El resultado fue uno de los proyectos urbanísticos más impresionantes de toda la historia.

En cuanto se supo que la causa de las plagas era el agua misma del Támesis y no el olor (como indicaba la teoría miasmática que culpaba a los vapores hediondos de las enfermedades de los londinenses), se introdujo una ley que permitió destinar tres millones de libras para comenzar las obras de saneamiento necesarias para volver más habitable la capital del imperio británico.

El artífice de gran parte del sistema de alcantarillado fue Joseph Bazalgette, un veterano ingeniero que ya llevaba años elaborando planes para un nuevo sistema que llevaría muy lejos los desechos de la cada vez más poblada urbe.

El Príncipe Edward inaugura las obras de alcantarillado en Londres (Wikimedia Commons).

Su sistema era conformado por una extensa red de alcantarillas principales que corrían de forma paralela al río y recogían residuos y aguas superficiales para llevar todo al mar, tan lejos de Londres como fuera posible.

La red incluía más de 130 kilómetros de alcantarillas y enormes pasadizos subterráneos que, a través de ingeniosos sistemas de gravedad, jalaban todas las aguas residuales de la superficie.

Se construyeron estaciones de bombeo que llevaban agua a inmensas desembocaduras y los túneles del plan del ingeniero Bazalgette ayudaron a hacer terraplenes que aceleraron la construcción del tren subterráneo (Metro) y, principalmente, coadyuvaron a limpiar el río Támesis que por siglos había sido contaminado por los ingleses.

Terraplén de Victoria, uno de los más importantes de la nueva obra (Wikimedia Commons).

El logro de Bazalgette fue tal que en 1875 fue nombrado caballero, pues su labor fue la de llevar a Londres a una nueva era de limpieza, modernidad y salud.

Hicieron falta 30 largos años para completar la monumental obra, misma que continúa siendo fundamental para mantener a la Londres actual como una de las capitales más limpias e importantes de Europa.