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CRIMEN Y SEGURIDAD

Así funciona el turismo de cocaína en Colombia; un negocio en aumento

Hay un nuevo tipo de turismo emergente del que nadie habla, se le llama turismo de cocaína y ha hallado en la ciudad colombiana de Medellín, su Mecca.

Medellín es una ciudad que vive en medio de contrastes. Durante la última década, la urbe ha luchado para separarse de un pasado que la vincula con la droga, los cárteles, los secuestros y la violencia, un pasado del cual es difícil separarse cuando el mundo la trae constantemente a colación.

Sus habitantes disfrutan de reformas que han permitido la llegada de una nueva época de prosperidad, un renacimiento en las inversiones extranjeras y mejora en la calidad de vida. La cantidad de turismo desde el año 2005 al 2015 se quintuplicó trayendo más de 2.5 millones de visitantes y pronosticando una ganancia de $6 millones de dólares para 2018.

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Por otro lado, hay quienes visitan Medellín con la intención de encontrar aquello por lo cual la ciudad alguna vez llegó a ser conocida en el mundo entero: la cocaína.

El Poblado, una de las comunas de Medellín que más se ha beneficiado con el desarrollo que ha traído el turismo es una clara muestra de la evolución que ha tenido el comercio colombiano. Bares, hostales y centros nocturnos han surgido de la noche a la mañana creando una suerte de buffet de vida nocturna antes impensable para una comuna tan pequeña.

Los restaurantes lujosos y el nivel de los hoteles coexisten con la selva frondosa. Incluso el narcomenudeo ha cobrado una forma distinta, vendedores disimulados venden cocaína y marihuana a la par de chicles y cigarrillos pero, usualmente solo lo hacen con los extranjeros de piel clara y acentos notables a los cuales abordan durante sus caminatas casuales.

Un gramo de polvo blanco podría ser comprado por tres dólares (54 pesos mexicanos) en las calles de Poblado, esa misma cantidad equivaldría $60 dólares (mil 75 pesos mexicanos) en el mercado americano o europeo y casi $300 dólares (5 mil 300 pesos mexicanos) en el mercado australiano. Sin duda, una droga para la gente pudiente quien, a su vez, tendría que irse con cuidado para discutir su consumo o compra en cualquier lugar público.

En Medellín, esas inhibiciones no existen, los locales hacen lo posible para mantenerse alejados de localidades donde haya mención de la cocaína pues saben que los extranjeros gustan no sólo de  la cantidad y lo barato que es el producto en su país, sino lo abiertos que pueden ser al comprarla a plena luz del día en vías transitadas, discutir su compra en los hostales y consumirla en la mesa del antro sin ser molestados.

La compra y el consumo de droga es ilegal en toda Colombia, pero la policía parece estar impotente ante la regulación que permite cargar hasta dos gramos de la sustancia. Así, cuando se acercan a los vendedores estos sólo les responden:

“Señor policía, estoy con mi dosis autorizada, discúlpeme pero nada que hacer”  -General José Angel Mendoza

Esto ha degenerado en una política no escrita de no presionar tanto a los vendedores como a sus clientes. Incluso se han hallado formas de beneficiarse de esta laguna legal. En medio de una época de aumento económico, las fuerzas del orden han vuelto común el cateo a turistas que, en vez de escandalizarse, ya traen listo el dinero con el cual sobornan a los agentes.

Muchos turistas ven la droga como parte de la cultura de Medellín, la cocaína es algo tan tradicional como observar el tango en Buenos Aires o visitar Machu Picchu en Perú. Esta creencia se refuerza con innumerables historias de boca en boca entre los viajeros de mochila al hombro. Las recomendaciones que los hoteles dan a los viajeros de lugares en donde comprar el polvo y que promueven los “Pablo Escobar´s Tours” que se dan diariamente.

La naturaleza de los colombianos, siempre educados y amables poco a poco se va cubriendo con desazón cuando observan al tipo de visitante que viene a experimentar el “cocaturismo”.

Las bolsitas de cocaína vacías que contaminan las calles, los baños y restaurantes de Medellín son un fantasma blanco de una época de la cual los colombianos parecen no poder escaparse.

Con información de Slate