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ARTE Y CULTURA

El centenario de Juan Rulfo

El de Juan Rulfo es un mundo que ha impregnado la literatura hispana y ha ingresado al catálogo universal, además del centenario de su natalicio, este 16 de mayo, en 2017 se festejan 67 años de la publicación de El Llano en Llamas y 62 de Pedro Páramo.

El escritor, Jorge F. Hernández, dice que “quedan muy pocos escritores que realmente escriben porque les interesa escribir y decir algo… eso era Rulfo. Rulfo tenía que escribir una historia que era su propia vida, es la conciencia de Sayula… leía más que escribir”.

¿Rulfo es el novelista de la Revolución? Sí, pero es mucho más que eso. ¿Rulfo es el novelista del silencio? Sí. ¿Rulfo es el novelista de lo mexicano? Sí. ¿Qué Rulfo tenía un oído privilegiado para oír el habla de los campesinos de los llanos jaliscienses, de los Altos? Sí. ¿Qué así hablan? No, nadie habla como un personaje de Rulfo”, asegura José María Espinasa, escritor y director del Museo de la Ciudad de México.

Registrado en Sayula como Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, nació en Apulco, Jalisco, el 16 de mayo de 1917; tenía 16 años de edad cuando se inició en la fotografía.

Rulfo “no era en sentido estricto un intelectual, era un artista”, apunta el director del Museo de la Ciudad de México.

A mediados de los 40, Juan Rulfo comenzó a publicar sus primeros cuentos en las revistas América y Pan; en 1950, fueron compilados en El Llano en Llamas.

En 1955, Rulfo publicó Pedro Páramo. Con ambos libros, su influencia es notoria en escritores de generaciones posteriores y en cineastas casi obsesionados por recrear su universo.

De muchos modos, Rulfo estuvo ligado al cine, incluso entabló amistad con Roberto Gavaldón.

Jorge Ayala Blanco, crítico de cine y prologuista de Juan Rulfo, señala que “desde el año 55 hay adaptaciones de cuentos de El Llano en Llamas”.

Yo rescataría, sobre todo, una película que escribió Juan Rulfo que siempre negó su paternidad, pero que reproduce extraordinariamente el mundo de Juan Rulfo, una película del Indio Fernández que se llama Paloma Herida”, agrega Ayala.

Al dejar de escribir y trabajar en el Instituto Nacional Indigenista, se dedicó a la fotografía, su mejor medio para expresar lo que deseaba.

La lectura de su obra y las versiones en cine de ésta, garantizarían su permanencia.

Rulfo “sigue siendo una obsesión para todos los cineastas, encontrar quizá el equivalente de ese mundo, el espíritu rulfiano… y cada vez las películas son más complejas”, subraya el crítico Jorge Ayala.

 

Con información de Mario Villanueva Solorio.

 

RMT