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ESTADOS UNIDOS

La inauguración de Trump y el peso histórico de las protestas

Este 20 de enero, Donald Trump tomará protesta como el presidente 45 de Estados Unidos. Entre la enorme controversia que ha generado, mundialmente, su elección, se encuentra un país dividido por una profunda fisura política.

A pesar de que Obama habló, alguna vez, de querer acabar con el bipartidismo tajante de Estados Unidos, el presidente demócrata deja ahora la Casa Blanca con un país confrontado entre violentos antagonismos.

Después de la elección del 8 de noviembre, se vivieron días tensos de protestas en distintas ciudades y hubo preocupantes acontecimientos de odio racial y religioso en todo el país. Es evidente que la retórica radical del que será presidente los próximos cuatro años ayudó a crear este clima de conflicto. Pero también es evidente la responsabilidad de demócratas y liberales que construyeron políticas alejadas de las realidades populares, como bien señaló, en su momento, Bernie Sanders.

(Photo by Spencer Platt/Getty Images)

En cualquier caso, las protestas que se planean para el día de la investidura de Trump pueden llegar a ser históricas. Porque Washington no nada más estará colmada de grupos opuestos al presidente electo sino que habrá una enorme presencia, también, de todo tipo de simpatizantes.

Frente a estas demostraciones masivas -que son un testimonio de la división actual de Estados Unidos-, es necesario voltear a ver a la historia: no es la primera vez que el pueblo americano se ha manifestado en la toma de protesta de un presidente.

El polémico Tricky Dick:

Durante los días 19 y 20 de enero de 1969, hubo diferentes protestas en Washington por la llegada del polémico Richard Nixon a la presidencia de Estados Unidos. Tricky Dick, como lo apodaban sus detractores, llegaba con la promesa de terminar la guerra en Vietnam que atizó, después de la muerte de Kennedy, Lyndon B. Johnson.

Este conflicto armado se remontaba a los años cincuenta con la presencia francesa en la región y respondía ahora a una creciente preocupación de Estados Unidos frente a la expansión del comunismo en el mundo. En este espíritu, Johnson había aumentado gradualmente la presencia militar americana en Vietnam y Laos: en los pocos meses que siguieron a marzo de 1965, las tropas estadounidenses pasaron de ser 3,500 a más de 100,000 en la región. Y el conflicto no hizo más que crecer en los años siguientes.

Para 1968, cuando Johnson decidió no contender por la reelección y pidió que se mandaran 200,000 tropas más a Vietnam, sólo el 30% de los estadounidenses creía que su país estaba haciendo progresos reales en la guerra contra el Viet-Cong. Y en ese contexto llegó Richard Nixon a la presidencia de Estados Unidos.

Nixon por Arthur Schatz – 30 de Julio 1969

Con promesas de redefinir la guerra, de sacar a tropas del país asiático y de “vietnamizar” un conflicto profundamente “americanizado”, Nixon ganó finalmente una candidatura que ya había perdido contra el joven y apuesto Kennedy. Pero las protestas no se hicieron esperar. Nixon representaba una vieja élite republicana y el descontento por la guerra se había convertido, en ese entonces, en un descontento hacia la privilegiada clase política.

En esos días de enero, se registraron enfrentamientos entre la policía y un número indefinido entre 500 y 1000 manifestantes en Washington. Algunos enardecidos manifestantes sobre la famosa Pennsylvania Avenue aventaron latas de cerveza y piedras a la limusina en la que llegó Nixon y su familia.
Pero estas manifestaciones no fueron más que un ligero descontento en comparación con las que se organizaron, cuatro años más tarde, en la inauguración por la reelección de Nixon. En los primeros años del mandato de Tricky Dick, la violencia en Vietnam había escalado considerablemente y el pueblo estadounidense mostraba un desacuerdo cada vez más violento frente a las fallidas y fatales políticas de guerra de su gobierno.

Protesta contra la guerra de Vietnam frente al capitolio en Washington DC en 1969. (AP Photo/Bob Daugherty)

Esta vez se reunieron más de 15,000 manifestantes en el Lincoln Memorial y el Washington Monument. Además 80 congresistas boicotearon la inauguración. Algunos recuentos de las manifestaciones afirman que, en realidad, hubo cerca de 100,000 personas en las protestas anti-guerra de enero del 73. Otros, como The New Yorker, hablan de 60,000.

Ese día, en la Catedral Nacional de Washington el gran director y pianista Leonard Bernstein condujo un concierto gratuito por la paz.

Así, sumando todas las movilizaciones ésta fue, hasta entonces, la más masiva demostración de repudio frente a la elección de un presidente. Aunque, claro, no sería la última.

El hijo pródigo regresa:

Pasaron cerca de treinta años para que se volvieran a ver protestas masivas frente al capitolio en el día de una inauguración presidencial. Y tuvo que ser por el regreso del hijo pródigo. La investidura del polémico presidente George W. Bush marcaba la segunda generación de Bushs en el poder después del mandato de George H. W. Bush en los noventa.

Bush hijo, también republicano, llegó rodeado, esta vez, de una controversia que nada tenía que ver con coyunturas históricas o guerras. Las protestas se desencadenaron, más bien, por las elecciones turbulentas de ese 2000 en el que competían, cara a cara, el demócrata Al Gore y el hijo favorito de Texas.

17 de octubre 2000,El candidato republicano y gobernador de Texas, George W. Bush, a la izquierda, y el candidato demócrata, el vicepresidente Al Gore (AP Photo/Ron Edmonds, File)

Las elecciones se decidieron en ese año por los 25 votos electorales del pendular estado de Florida. En varios cambios durante la jornada, Florida parecía inclinarse de un lado y del otro en la balanza electoral. en algún momento, incluso, Al Gore concedió la victoria a su oponente para luego retractarse. Finalmente, el margen llegó a ser tan chico –por 300 votos en algún momento- que la suprema corte tuvo que intervenir para otorgarle a Bush, con margen de un voto entre los magistrados, la elección presidencial.

A pesar de que el voto popular favoreció a Al Gore por más de 500,000 votantes, Bush ganó la elección por la resolución de un sólo magistrado. Esto causó una enorme controversia y puso una vez más contra las cuerdas al peculiar sistema electoral americano. Las pancartas, en el día de la inauguración de Bush rezaban “500,000 for 1” reflejando la controvertida realidad de la elección.

Finalmente, ese día, frente al capitolio, se reunieron aproximadamente 20,000 personas para protestar una elección demasiado cerrada que se resolvió en las altas esferas del poder judicial en contraste con la mayoritaria elección popular.

Pero, para la reelección de George W. Bush, las manifestaciones crecieron considerablemente y llegaron a reunir a más de 25,000 manifestantes en distintos eventos en Washington. Esta vez el tono de las manifestaciones había cambiado y hubo mucho más confrontaciones violentas con la policía. En total, se contaron 70 detenidos entre los manifestantes.

Protesta contra la guerra en Irak en 2007. (AP Photo/Ted S. Warren)

El tono general de las protestas cambió porque, esta vez, no se trataba del descontento popular frente a lo que se vivió como una injusticia electoral, sino que las protestas se inclinaron mucho más, hacia el repudio por la invasión de Afganistán e Irak que emprendió la administración Bush en respuesta a los ataques del 11 de septiembre 2001.

De nuevo, como había sucedido ya con Nixon, una guerra en el extranjero inició el descontento popular en contra de un presidente reelegido. Y, de nuevo, pasaron varios años antes de que se volviera a hablar de protestas masivas frente a la investidura de un presidente.

La llegada del magnate:

En cada elección presidencial, las instituciones gubernamentales de la ciudad de Washington reciben peticiones de grupos que buscan aplicar la primera enmienda de la constitución; es decir, que piden permiso para ejercer el derecho a la libre manifestación.

Michael Litterst, portavoz del Servicio Nacional de Parques, explica que, en cada inauguración, se presentan alrededor de cinco peticiones.
Este año se han presentado más de veinte.

Esta enorme cantidad de peticiones muestra bien el momento histórico que se está viviendo de cara a la inauguración de Trump. Este año, las manifestaciones podrían alcanzar, en efecto, niveles nunca antes vistos: la marcha de las mujeres programada para el 25 de enero ha recaudado ya más de 170,000 participantes en Facebook y 250,000 interesados. Y eso es solamente una parte de las movilizaciones que se planean en los próximos días.

(Photo by Mark Wilson/Getty Images)

Tanto organizaciones de simpatizantes -por ejemplo, los motociclistas que planean llegar en tropel a Washington- como las organizaciones que se oponen al presidente electo (#NotMyPresident, #J20Resist, #InaugurateTheResistance, entre muchas otras) se darán cita el viernes en un encuentro único que simboliza la división de una nación nuevamente politizada.

Más allá de las demostraciones masivas que hubo después de las elecciones en noviembre pasado, los movimientos de oposición y de apoyo a Trump se han organizado y consolidado en estos meses. Esto muestra que el debate sigue abierto y que este singularmente impopular presidente tendrá todavía que lidiar con las disputas públicas a su favor y en su contra.

Parece entonces necesario observar las coyunturas históricas en las manifestaciones que recibieron a Tricky Dick y a Bush en la presidencia: a diferencia de Trump, estas manifestaciones nunca se enfocaron en la personalidad del presidente sino que sucedían en repudio a políticas, elecciones o situaciones bélicas internacionales. La diferencia fundamental ahora es que los manifestantes protestan la investidura de un hombre y lo que representa su figura. Esta no es ya una demostración política nada más; esta vez, es personal.

(AP Photo/Eugene Hoshiko, File)