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¿Tiene México los recursos para reconstruir y sanar tras dos sismos?

Millones de mexicanos se cuentan entre los damnificados y el país se enfrenta ante el reto de reconstruir. ¿Tenemos los recursos?

Por primera vez en su historia moderna, México fue golpeado en el mismo mes por dos sismos de magnitud arriba de 7 . A todo esto, hay que agregarle los numerosos huracanes y tormentas tropicales que han azotado al territorio nacional en los últimos meses, al igual que las replicas que han rematado varios sitios ya afectados. Sobra decir que el verano del 2017 quedará plasmado en la memoria de millones de mexicanos.

Hagamos cuentas. Por el sismo del 7 de septiembre que tuvo una magnitud de 8.2, se reportaron 96 fallecidos (la gran mayoría en Oaxaca con 76 muertes). El epicentro fue localizado en el Golfo de Tehuantepec. Grave también fue el costo para los desplazados. Hay alrededor de 2 millones de damnificados entre las poblaciones de Oaxaca y Chiapas, además de cientos de inmuebles destruidos o no aptos para ser ocupados. Aunque el centro del país resintió los efectos de este temblor, la Ciudad de México y su Megalópolis registraron un saldo blanco.

Sin embargo, dicho destino no se repitió el 19 de septiembre para los capitalinos cuando un sismo con epicentro en Axochiapan (Morelos) alcanzó una magnitud de 7.1, lo suficiente para derrumbar decenas de edificios en la Ciudad de México, además de causar diversos desastres en las capitales de Puebla, Morelos y Tlaxcala, sin olvidar a muchos de los municipios de la región. En Jojutla, por ejemplo, se han contado alrededor de 150 estructuras derrumbadas.

Pero lo más inquietante es el costo humano. Hasta el momento de esta publicación (16:00 horas, 21/9) se han sumado 250 decesos. Entre ellos, 115 en la Ciudad de México, 73 en Morelos, 43 en Puebla, 13 en el Estado de México, 5 en Guerrero y uno en Oaxaca. Autoridades estiman que el número de muertos puede seguir aumentando en los próximos días. En efecto, es el peor desastre natural que ha sumido al Valle de México desde el terremoto de 1985, sismo que cobró 3,192 vidas según cifras oficiales.

Jojutla, Morelos (AP Photo/Eduardo Verdugo)

Una vez que concluyan las labores de rescate, muchos estarán tentados a volver a la rutina diaria, resumir la vida como si nada hubiera ocurrido en las últimas semanas, ignorar los escombros que yacen esparcidos a lo largo y ancho del país. Pero hay que pensar que simplemente pasamos de una fase a otra, quizás no tan urgente, pero igual de importante: la reconstrucción del país y la convalecencia de su gente.

A partir del segundo en el que superaron el susto, contactaron a seres queridos y revisaron las estructuras de sus propios hogares, varios ciudadanos (con acceso a luz e internet) ingresaron a las redes sociales para informarse sobre la ubicación de centros de acopio o zonas afectadas para brindar ayuda. El 19 de septiembre de 1985, las carencias en las vías de comunicación representaron un obstáculo enorme para los damnificados (y aún así se las arreglaron). El 19 de septiembre de 2017, el internet jugó un papel clave para que la generación millennial (a menudo vituperada injustamente por su apatía) pudiera exigir ayuda, compartir contenido multimedia, hacer listados de materiales requeridos, informarse sobre cómo ayudar y movilizarse en grandes números: Los jóvenes de México tomaron las calles para rechazar a la muerte con la fuerza de la multitud organizada.

¿Y qué números? El sismo ha dejado constancia sobre cómo los mexicanos están dispuestos a acudir al llamado de auxilio de su comunidad local. Y eso tiene sentido. Después de todo, era complicado (si no imposible) desplazarse de un punto de la ciudad a otro en las primeras horas sucesivas al temblor. Por tal motivo, mucha gente se movió hacia el derrumbe más cercano… aunque después de las primeras horas de reacción, y después del arribo de los elementos de Protección Civil o las Fuerzas Armadas, varios fueron obligados a darse la vuelta. Las primeras muestras de ayuda voluntaria eran bienvenidas, pero en ciertas zonas se volvió excesiva, al punto de llegar al estorbo (aunque ¿no habla bien de una sociedad en donde sobra la ayuda voluntaria?); mientras tanto, en otras zonas sí hacía falta el apoyo y otros requerían material específico de acuerdo a la naturaleza de las obras de rescate.

Ciudad de México (AP Photo/Anthony Vazquez)

Esta voluntad solidaria que tanto ha relucido en días recientes (y que tanto ha capturado la atención de la comunidad internacional) ahora debe verse reflejada en los próximos días y en las próximas semanas. Al sumar el número de damnificados del sismo del 7 de septiembre (no olvidemos, 2 millones) al número final que resulte del terremoto de esta semana, el total de personas será un porcentaje alarmante de la población del país. En efecto, esto va para largo y el nuevo reto luce abrumador, pero en las calles de la CDMX uno puede ver la evidencia de un fuerte espíritu comunitario, un espíritu que había respondido con timidez tras el sismo del 7/9, pero que ahora es capaz de mover toneladas de concreto.

Este espíritu ahora debe extenderse más allá de las casetas de cobro que rodean a la Ciudad de México y canalizar los recursos para que lleguen a la gente que lo ha perdido todo, tanto en las grandes ciudades de los estados vecinos como en los pueblos más pequeños y remotos del centro y sur del país. Hay optimismo, por lo menos entre las altas esferas del gobierno federal. En entrevista con Carlos Loret de Mola, el Secretario de Hacienda, José Antonio Meade, afirmó que hay suficientes recursos para enfrentar los daños de ambos sismos:

Son diferentes fuentes y diferentes etapas. Cada una de las etapas y cada una de las actividades tiene un fondeo distinto. Hay mucho fondeo público, hay mucho de las diferentes entidades del gobierno, hay mucha participación privada y hay mucha participación solidaria y generosa. Entonces yo te diría que las reservas, tanto de recursos como hoy estamos viendo de generosidad, han sido más que suficientes para sobreponernos a lo que estamos viviendo.

Aunque se puede comprender que por razones de contabilidad quieran separar los fondos, en la imaginación de los mexicanos, estos dos eventos deben percibirse como un solo problema que nos concierne a todos. ¿Qué más da si nuestra donación ayuda a una familia en la Colonia del Valle o a una familia en Juchitán, Oaxaca? Lo más importante es que ayude a alguien, porque oaxaqueños o capitalinos, morelenses o chiapanecos, al final todos pertenecemos a la nacionalidad mexicana, todos pagamos impuestos a la misma entidad, y todos queremos ver que nuestro apoyo llegue a las manos de los más necesitados, ya sea de manera directa o ya sea a través de algún intermediario en el que tengamos que invertir nuestra confianza.

¿Qué le corresponde entonces al ciudadano de pie?

Hacer lo mismo que ha hecho en las últimas 48 horas. Las donaciones están ahí, aquellos frutos de la participación solidaria y generosa a los que el secretario hace referencia. Ahora nos toca exigir a las autoridades correspondientes que todos estos víveres y materiales sean canalizados adecuadamente y lleguen a los damnificados. Que no se queden almacenados en la bodega de algún funcionario o varados en la calle. Hay gente que requiere estos recursos YA y cada minuto cuenta. Y claro, también hay que seguir de cerca el largo camino de la reconstrucción, pedir que se rindan las cuentas y seguir donando porque ahorita hay suficiente, pero no sabemos qué será de los meses que vienen.

Eso es lo que necesita el país: esfuerzo local, apoyo nacional.

Ciudad de México (Palma/Getty Images)

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