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Por esto nos podemos quedar sin plátanos en el mundo

Hay docenas de especies de plátanos y más de mil especies de plátanos. La mayoría crece en el sudeste asiático y en las pequeñas islas del norte de Oceanía. Sin embargo, los plátanos que se venden comunmente en las tiendas de autoservicio son creados por humanos. Y dejar de existir.

La historia de una variedad que puede morir

El plátano es la fruta que más se consume en el mundo en su forma original. De hecho, el producto más vendido en Wal Mart es el plátano.

Hay más de mil especies de plátanos. La mayoría crece en el sudeste asiático y en las pequeñas islas del norte de Oceanía.

Sin embargo, los plátanos que se venden comunmente en las tiendas de autoservicio son creados por humanos. ¿Cómo sucede esto?

Los puntos negros al interior de los plátanos que se venden en la mayoría de los supermercados es lo que queda de sus semillas y, lo peor, es que estas semillas no son fértiles y, por lo tanto, los plátanos son estériles. Esta variedad de plátanos se llama Cavendish y comenzó a popularizarse desde la década de 1960.

La variedad Gros Michel, un plátano más grande y dulce con una cáscara más gruesa, se comía mucho antes de y durante la misma década. Sin embargo, la poca variedad en los cultivos plataneros hizo que el mal de Panamá, una plaga que atacó a las raíces de las plantas, extinguiera la variedad Gros Michel.

El plátano Cavendish podría correr con la misma suerte. Como estos plátanos no tienen semilla, la única forma de sembrar nuevas plantas es a través del transplante de tallos. Esto hace que todos los plátanos que comemos sean genéticamente iguales. La variedad es resistente al mal de Panamá, sin embargo, la nula diversidad genética de los plátanos lo hace vulnerable contra alguna otra plaga que le afecte. Con que un agente patógeno ataque a una sola planta, la totalidad de las plantas quedarían afectadas.

(Photo by Christian Berg/Getty Images)

Desde hace unos años para acá, una nueva forma del mal de Panamá llamado Tropical Race 4 comenzó a afectar plantaciones bananeras en el sudeste asiático y en África. Si esta enfermedad llegara a las plantaciones latinoamericanas, la variedad de esta fruta estaría en grave peligro. Sólo en Centroamérica, se produce el 82% de los plátanos que se exportan en el mundo.

Una postura para evitar este problema, quizá la más reduccionista y sencilla en cuestiones temporales, es crear plátanos genéticamente modificados para que no sucumban ante el mal de Panamá. Sin embargo, esta solución tiene como efecto la continuación de los monocultivos. Las implicaciones de los monocultivos y la nula diversidad genética son a corto y largo plazo. A corto plazo, es que todas las plantas en las plantaciones responden de manera similar a los estímulos del lugar, sean benéficos o no. A largo plazo, se pierden los buenos mecanismos de adaptación y la variedad genética se pierde de manera permanente.

Lo anterior sucede porque el motor de los monocultivos — que muchas veces requieren de biotecnologías y modificaciones genéticas para poder existir— son los procesos económicos capitalistas en vez de una visión de preservación ecológica. Los procesos de la agricultura ya no dependen de la agricultura misma y de las actividades agrícolas, sino de procesos económicos. Las decisiones que se toman en plantaciones — muchas veces por empresarios y no por agricultores— ya no responden a la salud de las plantas ni de la tierra, sino a fluctuaciones del mercado. Esto hace de los monocultivos un problema estructural.

(Photo by John Moore/Getty Images)

Así, no es casualidad la manera en que se expresa un vocero de la empresa Chiquita, la heredera de la antigua United Fruit Company que le hizo tanto daño a las tierras centroamericanas y trajo tanta muerte a los trabajadores de estos países.

No abandonaremos la forma tradicional de sembrar. En nuestros mercados más fuertes, en América y Europa, un plátano genéticamente modificado nunca sería mercantilizable. Al final del día estamos interesados en seguir vendiendo plátanos.

El motor es la acumulación de capital a costa de la tierra y de los productos de la tierra. La decisión de seguir sembrando de manera tradicional y no con el uso de biotecnologia no responde al respeto a la tierra y la preservación sana de la misma, sino sólo a una lógica mercantil. Que el producto sea una variedad de plátano que podría desaparecer de la faz de la tierra o que sea un muñeco de acción producido en serie es lo mismo, la lógica mercantil no cambia. La cosificación de los productos del trabajo, la homogeneización de los productos, fragmenta los procesos de producción y su relación con la tierra, especialmente en el caso de los alimentos.

No es casualidad tampoco que los plátanos Cavendish se hayan seleccionado para suplir a la variedad extinta Gros Michel. La Cavendish es una variedad que produce más volumen de fruta por planta y pueden permanecer más tiempo sin echarse a perder aún en condiciones climáticas difíciles. Estas condiciones que el transporte de Cavendish sea más flexible.

El problema no queda ahí, sino que es aún más grande. Tropical Race 4 es mucho más peligrosa que el mal de Panamá que extinguió a la Gros Michel. Tiene la capacidad de destruir hasta el 85% de los plátanos que se producen al año. Esa posible destrucción implica también problemas para los productores. El plátano es el producto alimentario más importante después del arroz, el trigo y la leche. Sin embargo, nueve de cada diez plátanos son consumidos en países pobres y por lo menos 400 millones de personas dependen de su porción calórica del 15% al 27% de lo diariamente recomendado. La persona promedio en Uganda, Gabón, Ghana o Ruanda dependen de los plátanos para mantener una ingesta de calorías. El 70% de los plátanos producidos en estos cuatro países son vulnerables a el mal Tropical Race 4.

(Photo by Christopher Furlong/Getty Images)

La mayoría de los plátanos se consumen en el mismo país en que se producen. Así, una gran población de los países que son grandes productores de plátanos podrían quedar seriamente afectados económica y nutricionalmente. El 47% de los plátanos cultivados en el mundo, 55 millones de frutas, son de la variedad Cavendish.

El plátano es la mercancía más exportada en Ecuador, Panamá, Costa Rica y Belice y es una de las tres mercancías más exportadas por Colombia, Filipinas, Honduras y Camerún. La Tropical Race 4 presenta entonces un problema para los países pobres y sus habitantes. Si se expande de manera global, lo cual sería un problema sin solución, tendría un impacto económico para los productores locales y nutricional para millones de personas.

Además, no hay una variedad de plátano listo para producirse si es que la Tropical Race 4 termina con la variedad Cavendish.

La lógica de acumulación capitalista que impera hasta en los campos de cultivo está afectando a una especie que puede desaparecer por completo del planeta tierra. A todas luces es una contradicción y una irregularidad para el sentido común. ¿Desaparecer una especie para que alguna compañía se enriquezca un poco más? Los monocultivos han sido producto de la misma lógica. Ahora, millones de personas pueden correr la misma suerte. Su salud y sus trabajos están en peligro de extinción.

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