Inicio  /  Especiales

¿Acaso en México nadie quiere ser moreno?

En México el racismo y la discriminación hacia quien es moreno es real. ¿Estamos desprovistos de mecanismos para observar este problema?

El INEGI presentó un estudio que relaciona la manutención familiar y el color de piel de las personas con el nivel de escolaridad que alcanzan y el trabajo que obtienen y demostró, gracias a esto, que existe un sesgo racial en México: a más oscuridad de piel menor probabilidad de ocupar un buen cargo. Pero ¿qué tan racista es México?

El estudio del INEGI no fue el primero en demostrar el problema que tenemos en México con el color de la piel. BuzzFeed publicó una polémica nota que circuló mucho en redes sociales: ‘Así es como las revistas mexicanas reflejan la discriminación racial en México’. Su tesis es tan clara como contundente: las revistas de entretenimiento y modas casi no muestran morenos entre sus páginas e imágenes. Por lo menos, no los muestran en la proporción en que deberían si dichas publicaciones buscasen representar cabalmente el gran número de gente morena que hay en este país.

Pero la cuestión con las revistas sólo es una pequeña parte de un problema más grande, más endémico: en México hay un racismo complejo, pero definitivamente presente. Este racismo está ligado, además, a aspiraciones identitarias y a divisiones y jerarquías de clase.

¿Cuáles son los datos e informaciones precisas sobre el ejercicio y la modalidad del racismo en México?

(Photo by Hector Vivas/LatinContent/Getty Images)

Racismo en México

El nuestro es un racismo complejo. Nuestro país no es depositario de una dicotomía racial que permita una detección clara de quién discrimina y quién es discriminado. De acuerdo con Emiko Saldívar, profesora del departamento de Antropología de la Universidad de California en Santa Bárbara: “el racismo en México es de asimilación, no de segregación”. En México no hay razas puras, pero se prefieren determinadas características sobre otras: la piel clara sobre la piel oscura, por ejemplo. Y lo surge allí es un conflicto en términos de identificación: ¿qué tan blanco o moreno soy? En palabras de Mónica Moreno Figueroa, de la Universidad de Newcastle: “en un contexto eres el güero del grupo, en otro el más moreno y en uno distinto eres igual que los demás. Esa relatividad nos permite pasar de víctimas a victimarios, en una dinámica en la que una persona puede quejarse de que no la dejan entrar a un antro porque es morena, pero al mismo tiempos se cambia de banqueta si ve a alguien más moreno que él”.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010, realizada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), el 20% de los mexicanos no está contento con su color de piel. Además, el 24% de nosotros se ha sentido discriminado por su apariencia física. Más allá de lo anterior, nuestro país ha sido escenario de situaciones tan violentas como discriminatorias. Recordemos, por ejemplo, el caso de los tres tzeltales chiapanecos que fueron detenidos y maltratados por agentes de migración. ¿La razón? Estos últimos estaban convencidos de que los indígenas eran guatemaltecos y no mexicanos. Los tzeltales estuvieron detenidos un tiempo de nueve días.

De acuerdo con Roger Bartra, antropólogo, racismo hay “donde quiera que lo mires. En los estratos ricos, en las capas acomodadas, en la clase media. Hasta en los sectores más pobres…”. Por si esto fuese poco, es preciso recuperar una observación de Pablo de Llano para El País: México es un lugar en el 15 millones de personas (el 10% de la población) se consideran indígenas; sólo hasta 2003 apareció un órgano encargado de velar por la diferencia, es decir, el Conapred. De acuerdo con el mismo artículo, la gente morena tiene un 51% menos de potencial para generar riqueza que la gente blanca. Esto es un problema grave, pues implica que la discriminación racial tiene tintes económicos: hay más bienes para los blancos, y menos posibilidades de acceder a ellos para los morenos.

(Photo by Miguel Tovar/LatinContent/Getty Images)

Federico Navarrete, autor del libro México Racista (Grijalbo, 2016), menciona que “desde los ámbitos privados (familia, escuela, círculos sociales) hasta el racismo descarado, casi de apartheid, de las televisoras y la publicidad, pasando por el racismo velado en lo público, en acceso a servicios, impartición de justicia, distribución de la riqueza.” Y es aquí que podemos comenzar a pensar el caso de las revistas señaladas por BuzzFeed: esos programas y esa publicidad que promueven la imagen blanca como un ideal de consumo e identidad. Navarrete mismo ha escrito para Horizontal. Allí ha publicado las varias entregas de su Alfabeto Racista Mexicano. La primera palabra que encontramos allí es Aspiracional. En términos de marketing: “se trata de intentar asociar la compra del producto con la obtención de esa situación ideal que puede estar relacionada con un estatus social superior, con la fama, con la belleza física o con un lugar idílico.” De acuerdo con el texto de Navarrete, algún empleado de una agencia de publicidad dijo que “los morenos no son aspiracionales”. Esto significa, en términos de consumo, que en México nadie quiere convertirse en moreno, sólo en güero. ¿Se ha detenido usted a ver con atención los anuncios de las grandes cadenas de tiendas departamentales? No hay ningún modelo de piel oscura.

En efecto, algo extraño pasa allí. Sin embargo, no podemos perder de vista el argumento central de aquel artículo de BuzzFeed: las revistas mexicanas no representan la realidad del país en términos de cuántos morenos hay en comparación con los blancos que andan por allí.

Pero, ¿la función de esas revistas es representar la realidad, lo que sea que eso signifique?, ¿o más bien esto es algo sintomático, es decir, es el signo de algo más profundo?, ¿no habrá algo más para ver en ese fenómeno?

(AP Photo/Alexandre Meneghini)

Focalizar la representación

De acuerdo con el artículo publicado por BuzzFeed, “los medios no parecen reflejar la realidad de México”. Antes de abordar ese juicio, convendría recuperar los valiosísimos datos que mencionan en el texto. De acuerdo con el Conapred, el 64.6% de los mexicanos se describen como morenos, mientras que a la mitad de los habitantes de México le parece que a las personas se les insulta por el color de su piel. Además, un cuarto de la población ha admitido que no dejaría habitar en su casa a una persona de otra raza. No sólo eso, sino que existe una arraigada noción de que las comunidades indígenas y afrodescendientes son pobres “porque no trabajan”. Esto, claro, viene a mostrar cuánto de clasismo hay en el racismo que vive entre nosotros.

Los autores del artículo analizaron, mediante varios criterios, un grupo de 15 revistas mexicanas muy leídas. Las publicaciones son de sociales, moda y estilo de vida. Encontraron lo siguiente.

  • El porcentaje de representación de personas morenas fue igual o menor al 20% en todas las publicaciones.
  • La revista con mayor presencia de personas morenas fue 15 a 20.
  • Sólo el 2% de los retratados en la revista Quién es gente morena.
  • En la vida real, una recámara con 10 personas implicaría que 6 de ellas fuesen morenas; según las revistas, esa recámara sólo contendría 2 personas morenas o negras.

Los autores del artículo concluyen: “desde moda, estilo de vida y lujo, hasta espectáculos y sociales, las revistas mexicanas se niegan a reflejar la realidad racial de la sociedad.” Pero, ¿estas publicaciones (este tipo específico de revista) deben detentar la responsabilidad de reflejar o representar la realidad?, ¿por qué?

(Photo by Hector Vivas/LatinContent/Getty Images)

Laura Raquel Manzo, ex editora de Quién (esa revista tan blanca), respondió a BuzzFeed en un artículo publicado por The Hufftington Post. Ella menciona algo que hay que considerar: “este tipo de medios siempre han sido la representación de los anhelos, el reflejo de los anhelos sociales y no otra cosa”. Y poco antes, dice que “las aspiraciones de los mexicanos tienen poco o nada qué ver con ser morenos”. Lo anterior, en efecto, puede parecer polémico, pero es preciso tomarlo en cuenta. Es necesario, además, hacer énfasis en ese punto tan sutil y tan importante: se busca la representación del deseo, no de la realidad.

Pensemos, por ejemplo, en uno de los argumentos de Manzo para debatir con ese juicio sobre la negativa de los medios a “reflejar la realidad”. Según un estudio de la Secretaría de Salud, 7 de cada 10 mexicanos son obesos. Sin embargo, tampoco vemos obesos en estas revistas. ¿Quién ha reclamado algo así?

Ahora bien, hay algo que es importante señalar. Las portadas de las 15 revistas contienen las fotografías de un total aproximado de 24 personas. Entre ellas, hay dos casos particulares.

  • La revista Moi muestra los pies de un supuesto cadáver recostado en la camilla de la morgue. Se trata, claro, de una representación ficticia de la muerte.
  • La revista TvNotas incluye la fotografía del actor Renato López, asesinado hace unas semanas, con una leyenda que dice: “¡De terror! Las razones por las que Renato López está muerto: ¡drogas, sexo y deudas!”

La muerte por violencia (de cualquier tipo) es un problema grave en nuestro país. Renato López fue asesinado en condiciones que no conocemos aún. No obstante, TvNotas hace gala de un mecanismo discursivo muy extendido en México, es decir, responsabilizar a la víctima de su propia tragedia: si hay un asesinato en algún lugar, entonces asumamos que el que lo sufrió andaba en ‘algo malo’; si ella fue violada, seguramente ‘lo provocó’.

El punto aquí no es vender la falsa idea de que “hay otros problemas que atender”, sino mostrar que el análisis de esas revistas no puede regirse mediante la exigencia de que ellas representen la realidad. Si las publicaciones de socialité tuvieran dicha tarea, entonces allí siempre encontraríamos problemas reales sin representación. Siempre. Es mejor asumirlas como lo que son: fantasías elitistas, rubias, para sus consumidores. En ese punto, podremos plantearnos una pregunta importante: ¿qué nos dice que en México flote ese anhelo, ese deseo de consumir las vidas y las imágenes de las élites (blancas) de la política y los negocios? y esto abre otra pregunta: ¿Es que las clases sociales altas pasan por un blanqueamiento?, ¿cuál es la historia y los mecanismos detrás de esto?

(Photo by Gustavo Caballero/Getty Images)

Güeros

31 Minutos es una serie chilena para niños. Ella simula un noticiario producido y estelarizado por marionetas. En uno de sus episodios, el equipo del programa debe realizar un viaje intergaláctico para salvar a la Tierra. Después de lograr su cometido, los personajes quieren volver a casa, pero su nave espacial se estropea durante el trayecto. Perdidos en el espacio exterior, y con muchísima hambre, el equipo de 31 Minutos cree que es el fin. Sin embargo, un hombrecillo calvo aparece en la nave. Se hace llamar Dios. Les da comida y, milagrosamente, los ayuda a volver al estudio. Sin embargo, nadie le cree que es Dios. Ante la incredulidad de las marionetas, el hombrecillo decide recurrir a una prueba inapelable: cumplir el sueño de todos ellos.

Los convierte en rubios.

¿Qué se juega en el deseo de consumir ideales blancos de belleza y de poder? No es una pregunta sencilla. Sin embargo, hay una situación que puede tomarse en cuenta para iniciar una respuesta cabal: en términos fácticos, los mexicanos blancos tienen más potencial de generar riqueza, bienestar social, reconocimiento público y oportunidades de incursionar dignamente en el mundo laboral que, como sabemos, está vedado para muchos de nosotros. Ese deseo de blanqueamiento, además, aparece como una continuación compleja de una historia supuestamente superada: hace muchísimo tiempo, nuestros antepasados tuvieron que lidiar con un sistema abiertamente basado en preferencias y atributos sostenidos en desigualdades étnicas (el sistema de castas).

(Photo by Adam Berry/Getty Images)

El artículo de BuzzFeed señala algo muy importante: las revistas de socialité son más bien blancas y el mundo real no lo es. Pero es preciso concebir ese dato como el síntoma de otro problema más amplio, más doloroso. En efecto, podríamos integrar los rostros de esos tzeltales a las imágenes de alguna fiesta ostentosa de gente rubia en Polanco. Pero ello no resolvería nada.

La pregunta, pues, es dónde gestar la representación que necesitan dichas comunidades, como el color mismo de nuestra piel, con todo lo que él conlleva. Me parece que ese lugar en que debemos ser manifiestos es el terreno político, como la búsqueda del acceso a ciertos bienes económicos básicos de los que estamos privados. Si los morenos no son la representación de la riqueza y la belleza es básicamente porque sistemáticamente la gran mayoría no pueden tener acceso al poder y los recursos económicos. Si ser moreno en México significa cierta posición de vulnerabilidad financiera y política, entonces el primer paso debe ser buscar cambiar ese panorama.

(AP Photo/Esteban Felix)

Más especiales