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Las primeras reacciones de los mexicanos ante el sismo del 19-S

Así como en 1985, los mexicanos sacaron a relucir su aspecto más esperanzador al salir a las calles a ayudar tras el 19-S.

Tal vez algunos estaban en clases o trabajando. Es muy probable que otros hayan estado en casa mirando la televisión o explorando su Facebook cuando el terremoto del 19 de septiembre se dejó sentir.

Era un aniversario más del seísmo de 1985 y nadie esperaba que ese mismo día, a un par de horas del simulacro que conmemora esa tragedia, sucedería otro de similar magnitud. Sin embargo, contra todos los pronósticos, sucedió.

A los pocos minutos de que el movimiento magnitud 7.1 sacudiera la Ciudad de México (CDMX), comenzaron a circular noticias de mexicanos comunes y corrientes que habían dejado de hacer sus cosas para acudir a las zonas donde más se les necesitaba.

Sin mayor protocolo o manual que les dijera qué hacer más allá del ejemplo que los voluntarios de 1985 les habían heredado, miles de estudiantes, amas o amos de casa, ingenieras, arquitectos, médicos, albañiles, policías, soldados y oficinistas, salieron a las calles para ver qué escombro levantaban, a quién rescataban o qué podían hacer.

Pronto comenzaron a circular los primeros cascos, tapabocas, chalecos fosforescentes y guantes de carnaza. En minutos los vecinos de la ciudad sacaron cubetas y botes para remover escombros, poblando las calles, no de automóviles, sino de gente dispuesta a ayudar.

Los nacidos entre 1981 y 1995, los llamados “millennials” se sacudieron ese estigma de indiferencia que las generaciones anteriores les han impuesto, ayudando a salvar vidas, a bloquear información falsa en redes sociales y coordinando el acopio de víveres, no solo dentro de la capital sino también fuera de ella.

A través de su plataforma de internet Verificado19s, los millennials demostraron que en México lo que sobra son maneras en las que uno puede ayudar, ya sea desde las calles o con una laptop conectada a internet.

A los pocos minutos del sismo, elementos del Ejército y la Marina de México se unieron a los brigadistas y voluntarios para ayudar. Pronto, hombro con hombro, la sociedad mexicana se unió para ayudar a otros, gente que quizá nunca habían visto, pero que debía ser rescatada.

Mientras eso sucedía, elementos de la Policía capitalina hacía lo suyo, acordonando el área y ayudando a controlar el tráfico característico de la ciudad para agilizar la llegada de brigadistas o productos de primera necesidad.

Pronto ingenieros y académicos de la UNAM comenzaron a realizar otras tareas de igual importancia a las de rescate: la de la revisión de grietas y fisuras de los edificios que pudieron haber resultado dañados, y la de la creación de una base de datos confiable que permitiera saber a la ciudadanía cuándo y dónde hacían falta manos o víveres.

Ingenieros ayudaron a checar posibles daños en los edificios (AP)

A las pocas horas del sismo, al menos 180 estudiantes de las facultades de Ingeniería y Arquitectura de la Máxima Casa de Estudios, capacitados por el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), ayudaron a realizar un censo de las casas afectadas que permitió a los gobiernos local y federal, distribuir mejor la ayuda.

Mientras los estudiantes de la facultad de veterinaria de la UNAM atendían a las mascotas de los damnificados, los músicos como Magali Luna llenaron los albergues de la Ciudad de México con el sonido de su música para ayudar a los damnificados a relajarse tras la tragedia.

Durante los días que le siguieron al sismo, brigadas de psicólogos y psiquiatras voluntarios salieron a las calles para ofrecer tratamiento a las personas que padecieron problemas emocionales como consecuencia del 19-S a través del programa “Estoy Contigo” de la CDMX.

Al menos 400 especialistas participaron en esta iniciativa que buscaba devolverle la calma a las más de 150 personas que resultaron afectadas.

Desde Monterrey, elementos de la Dirección de Protección Civil se unieron a los grupos que se trasladaron de Nuevo León a la CDMX para sumarse a los trabajos de auxilio.

Casos de solidaridad entre mexicanos pudieron verse en comunidades como las afectadas en Oaxaca, en las que gente como Froilán Blas Gómez, cocinero muxe, salió a preparar comida para los rescatistas y damnificados del sismo del 19 de septiembre.

Los perros rescatistas hicieron una labor invaluable tras el sismo (AP).

En esta entidad, los inmigrantes centroamericanos también se unieron a las labores de rescate y remoción de escombros, no solo tras la devastación que dejó el 19S, sino también cuando el terremoto del 7 de septiembre provocó el derrumbe de decenas de inmuebles.

Sin dinero y con pocas herramientas, ciudadanos de Honduras que buscaban mejorar su calidad de vida en Estados Unidos y que estaban de paso en Oaxaca, acudieron a las calles para ayudar a los mexicanos.

Las lecciones que nos dejaron los sismos del 7 y el 19 de septiembre han sido muchas, pero una de las más memorables es que entre nosotras y nosotros, es posible resistir un terremoto de cualquier magnitud.

Sin descanso (AP)

Cuando alguien tenía una pala, la prestaba a algún rescatista o la usaba para levantar escombros y cuando un vecino sentía la urgencia de ayudar, sacaba el automóvil para llevar brigadistas a donde se necesitara.

Hubo empresas que también se solidarizaron con los mexicanos, ya sea ofreciendo viajes gratuitos a través de la CDMX o liberando el acceso telefónico y de datos móviles en las áreas afectadas para mejorar la comunicación celular.

El Gobierno de la Ciudad de México también se sensibilizó con la situación que se vivió el 19 de septiembre y durante varios días abrió los torniquetes del Metro y Metrobús para permitir que todos los capitalinos, sin excepción, pudieran llegar a donde tenían que llegar de manera completamente gratuita.

El servicio del Metro fue gratuito hasta el 28 de septiembre (Archivo/Noticieros Televisa).

Por más de una semana, parte del transporte público de la CDMX fue declarado gratuito. Ecobici, el Servicio de Transportes Eléctricos y el Sistema M1 transportaron a miles de brigadistas que, con picos, palas y mazos, se trasladaron de un punto a otro de la ciudad sin pagar un centavo.

La tarde del 19 de septiembre nadie esperaba que un terremoto fuera a suceder, pero tampoco que los mexicanos se solidarizarían de una manera tan espontánea como lo hicieron ese martes.

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