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La corrupción al fondo de la tragedia en Chiapas y Oaxaca

Este sismo ha revelado la disparidad de planeación urbana entre la Ciudad de México y las entidades más pobres del país.

Este sismo ha revelado la disparidad de planeación urbana, corrupción y precariedad entre la Ciudad de México y las entidades más pobres del país.

Municipios enteros de Chiapas y Oaxaca han quedado devastados por el sismo. Ahora, más de un millón de damnificados se enfrentan a las inclemencias del clima: muchos han perdido todo refugio, otros tantos, todo patrimonio. La ayuda, en forma de donativos y planes gubernamentales, no es suficiente para paliar las necesidades inmediatas de una población que siempre ha vivido desprotegida.

Sin embargo, en la Ciudad de México parecen reinar el optimismo y las congratulaciones. Después del temblor se ha alabado la respuesta de la población, la eficacia de las alertas sísmicas, la vigilancia de los servicios de bomberos, de policía, de ambulancias y de los helicópteros que recorrieron la enorme urbe.

A pesar del optimismo de la capital, algunos de los municipios más pobres del país no han recibido ayuda suficiente de los capitalinos. Por eso, parece necesario hacer algunas preguntas incómodas:

¿Por qué, si logramos un saldo blanco en la Ciudad de México, otros estados siguen siendo tan vulnerables? ¿Podemos alabar los servicios de emergencia de México cuando, en los municipios más vulnerables, no hubo ningún tipo de alerta? ¿Cuando en muchos de estos municipios todavía no llega ninguna ayuda?

El recuerdo del infierno

Desde los horrores del temblor de 1985, varias generaciones de mexicanos han crecido sin miedo de sus padres. Porque, desde entonces, han heredado una ciudad muy diferente.

Una prestigiosa revista internacional de ciencia publicó un artículo con un título contundente: la corrupción mata. La idea central del artículo es preguntarse por qué un sismo de la misma magnitud no causó una sola víctima en Nueva Zelanda y mató a cientos de miles de personas en Haití.

Aquí, lo que se pone en juego no es, nada más, el índice de pobreza sino la enormemente desproporcionada tasa de corrupción entre ambos países:

La integridad estructural de un edificio es tan fuerte como la integridad social del constructor y cada nación es responsable, frente a sus ciudadanos, de asegurarse de una inspección adecuada. En particular, naciones que tienen una historia de terremotos significativos y problemas de corrupción conocidos deberían recordar que una industria de la construcción mal regulada es un asesino potencial.”

En la Ciudad de México no hubo daños significativos por este nuevo temblor. Pero siguen apareciendo socavones, siguen existiendo las invasiones ilegales a predios y las construcciones mal reguladas. Y estamos hablando de uno de los estados más ricos del país.

Lo que demostró este temblor es que, como país, no estamos preparados para temblores de esta magnitud. El hecho de que la Ciudad de México tenga saldo blanco no quiere decir que el país no sufra. Porque la desigualdad, la pobreza y la corrupción se incrementan por regiones.

Los temblores no matan, los responsables de todo daño son siempre los hombres.

 

La infraestructura urbana de la Ciudad de México cambió radicalmente después del temblor. Al esfuerzo de reconstrucción se sumó un replanteamiento de la forma en que construimos sobre la compleja zona en la que se asienta nuestra ciudad.

Cuando la tierra se asentó después del temblor de 8.1 en la escala de Richter (un equivalente de fuerza a tres veces la bomba que detonó sobre Hiroshima, más de 30 mil estructuras tenían daños totales, 68 mil presentaban daños parciales, se cayeron más de 400 edificios y 152 otros fueron demolidos por razones de seguridad.

Ahora, con un temblor de magnitud mayor, 32 años después, los daños fueron mínimos.

Claro, las circunstancias son diferentes, el epicentro era otro, los movimientos telúricos fueron de una naturaleza distinta. Pero ahora tenemos alarmas sísmicas, medidas ingenieriles de construcción mucho más estrictas, ingenieros de mecánica de piso altamente especializados.

¿Significa esto que podemos darnos palmadas en la espalda y celebrar los logros de una lección duramente aprendida?

En lo absoluto.

 

Pobreza y vulnerabilidad

Los estados más afectados por el sismo fueron Oaxaca y Chiapas. Los primeros reportes indican que hay al menos 800 mil damnificados por el sismo en 41 municipios de Oaxaca.
Esto significa que más del 80% de los habitantes de todo el Istmo de Tehuantepec fueron afectados por el sismo. Más de 12 mil 500 viviendas quedaron afectadas, parcial o totalmente destruidas.

En Chiapas, se contabilizaron casi 60 mil casas afectadas, de las cuales 33 mil 756 tienen daños parciales y 16 mil 826 ameritan demolición. El terremoto afectó a 82 municipios chiapanecos y, en más de cincuenta de estos municipios, la cifra de viviendas afectadas asciende a más de mil. Según el gobernador Manuel Velasco hay casi un millón y medio de personas damnificadas, es decir, más de 350 mil familias.

Con esto, estamos hablando solamente de daños materiales a viviendas, sin hablar de las pérdidas humanas: el temblor ha dejado ya 98 muertos y cientos de heridos.

La proporción de esta destrucción es enorme.

Los daños se pueden atribuir a muchas cosas. El epicentro, claro, y la magnitud del temblor tienen mucho que ver. Pero también, como señalamos antes, hay que considerar las medidas de prevención y la infraestructura de cada lugar afectado por el sismo.

En México no se construye igual que en Estados Unidos. Tenemos una tradición de construcción que atraviesa todo el país, como herencia de nuestro pasado colonial. Como bien señala Carlos Ortega Arámburo para Tierra Adentro:

Poco tiene que ver la sensación de tocar el muro de una hacienda mexicana a la de pisar y sentir los interiores de una construcción norteamericana de estilo federal, o el muro de un hotel suburbano de tres estrellas con el de una vivienda de tabique de adobe. (…)

México no es un país de cabañas, ni chozas, ni chalets; sino de adobe, barro, piedra y aplanados, encalados con baba de nopal.”

Y, en nuestra pesada tradición de construcción en piedra, adobe y aplanados, cambian mucho las reglas estrictas de construcción entre los rascacielos de la Ciudad de México y las construcciones espontáneas de otros municipios.

Chiapas y Oaxaca son los dos estados más pobres del país. Según la revista Forbes, en 2015, el porcentaje de la población en pobreza de Chiapas alcanzaba el 76.2% con 3.96 millones de personas en situación de pobreza y 1.6 millones en situación de pobreza extrema.

En Oaxaca, según este mismo censo, el porcentaje de pobreza en la población alcanzaba el 66.8%, con 2.66 millones en situación de pobreza y 1.13 millones en situación de pobreza extrema.

 

Estas cifras importan porque, a pesar del centralismo apremiante en México, la infraestructura no es la misma en las zonas más marginales de la capital que en las zonas más marginales del país. Y esto se muestra, drásticamente, en la cantidad de hogares afectados, en estos dos estados, durante el último sismo y sus más de mil réplicas.

Los daños materiales crecen con la precariedad. Y, lo que es aún más preocupante, los esfuerzos de reconstrucción se complican, los patrimonios se destruyen y la vulnerabilidad de una población, en sí, vulnerable, aumenta de manera desproporcionada.

La corrupción mata

Los datos de destrucción de vivienda no son, sin embargo, los únicos que nos dejó este temblor. Porque hubo una enorme cantidad de obras públicas que resultaron afectadas por el movimiento telúrico.

En Chiapas hubo 900 escuelas dañadas, de las cuales 47 tienen daños estructurales. En Oaxaca, hay 324 escuelas públicas con daños en la infraestructura y se calcula que entre 42 y 76 escuelas tienen daños severos. En Guerrero hay 52 escuelas afectadas, en el Estado de México cuatro, en Veracruz diez, en Tabasco trece.

En total, más de 100 mil estudiantes se vieron afectados por el sismo.

Además, en Oaxaca hubo 89 hospitales con daños y, por supuesto, se dio el terrible caso del Hospital General de Juchitán que quedó completamente inhabilitado.

Además, 12 carreteras federales se reportan con daños.

¿Qué nos dice todo esto?

La forma en que se construyen las viviendas en zonas marginadas es difícilmente regulable. Pero todas estas escuelas, todos estos hospitales, todas estas carreteras fueron construidas con el dinero de nuestros impuestos por el gobierno y deberían, en principio, tener procesos de construcción muchísimo más estrictos.

En entrevista para Agenda Pública, en Noticieros Televisa, el investigador del CIDE Mauricio Merino habló de datos preocupantes en la construcción de obras públicas. En materia de infraestructura en educación pública, Merino cita el Informe General de Cuenta Pública de la Auditoría Superior de la Federación (ASF). En este informe, se señala que hay un desfase de casi el 70% entre los resultados esperados y los resultados obtenidos en la construcción de obras públicas.

7 de cada diez veces encontraron deficiencias en la construcción de obras públicas. Y el resultado está claramente vinculado: tienes obras públicas mal hechas, obras públicas que, como no son propiedad de nadie en particular, no se vigilan más que por el propio estado.”

Estos resultados son gravísimos. Porque la construcción de infraestructura pública está muy mal vigilada y vulnera a los segmentos más vulnerables de la población, como niños y enfermos (además de todos los edificios de administración pública en la que trabajan millones de personas en todo el país).

Los resultados de la ASF son datos tomados de todo México. Y eso es lo que resulta tan preocupante: ¿Cuál será el siguiente municipio o el siguiente estado en sufrir un desastre natural? ¿Qué hubiera pasado si el temblor ocurría en horarios escolares? ¿Cómo podemos confiar en las infraestructuras que pagamos con nuestros impuestos?

El gobierno puede tomar una oportunidad para que todos estos datos que revelan la ausencia de una vigilancia sobre la infraestructura pública, sirvan para emprender, cuanto antes, una estrategia de comunicación absolutamente transparente. Esa infraestructura pública en donde van a estar los niños, los enfermos y convalecientes deberían ser motivo de un escrutinio público inmediato”, agregó Merino

 

Por si fuera poca la desconfianza, este jueves, el portal Animal Político anunció que el titular de Protección Civil de Oaxaca fue destituido de su cargo al descubrirse que al menos 3 mil 400 alertas sísmicas están guardadas en bodegas del estado. Según el portal,

Entre julio de 2010 y julio de 2011, los gobiernos federal y de la Ciudad de México gastaron, en conjunto, 255 millones de pesos para modernizar el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano, lo que incluyó las radios que no se repartieron en Oaxaca.”

Todo lo anterior nos muestra la deficiencia de la infraestructura pública y la vulnerabilidad de las infraestructuras privadas; el peso de la corrupción y de las desigualdades en México.

Los sismos no matan, los fenómenos naturales no matan, es la falta de prevención y los muros levantados por el hombres los que terminan causando víctimas.

El hecho de que la Ciudad de México haya tenido saldo blanco es maravilloso. Pero eso no quiere decir que hemos superado las lecciones del 85. Al contrario, lo que este temblor demostró es que la infraestructura de la capital es muy distinta a la del resto del país.

Las desigualdades son palpables y, ahora más que nunca, empujan a todos a una mayor solidaridad con los damnificados. Pero, también, indican responsabilidades y, como ciudadanos, debemos entender la complejidad de este vasto país y someter a un mayor escrutinio el gasto del gobierno.

Ahora, como con el temblor del 85, es tiempo de aprender lecciones de la tragedia.

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