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¿Tenemos en México una cultura de la violación?

México tiene el primer lugar mundial en agresiones sexuales contra las mujeres, según un estudio realizado por la Organización de Naciones Unidas en 2010.

Hablar de violación y otras formas de machismo

México tiene el primer lugar mundial en agresiones sexuales contra las mujeres, según un estudio realizado por la Organización de Naciones Unidas en 2010. De acuerdo con la Secretaría de Salud, en nuestro país se comenten 120 mil violaciones contra mujeres al año. Esto significa que aquí cada 4 minutos, alguna mujer sufre una violación sexual.

A pesar de lo alarmante de estas cifras, el problema de las violencias machistas le sigue pareciendo cuestión menor a muchos. Un investigador de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de México, que además conducía un programa de radio en la emisora de la casa de estudios, aseveró lo siguiente:

Tampoco eso de que te metan los dedos es para armar un desmadre estrepitoso (…). O sea, la violación implica necesariamente verga, si no hay verga, no hay violación. O sea con palos de escoba, dedos o vibradores no hay violaciones; hay una violación a la dignidad si tú quieres, pero de esas hay de muchos tipos, igual que si te embarran la cara con mierda de caballo.

En respuesta a estas opiniones, Radio UNAM emitió un comunicado que reprobó tajantemente las palabras de Marcelino Perelló y canceló el programa radiofónico.

Los Porkys de Veracruz, un caso paradigmático

Cuando Perelló emitió sus juicios, estaba haciendo refencia a uno de los casos más emblemáticos de violencia sexual que ha visto México en los últimos años. En marzo de 2015, un hombre denunció las agresiones sexuales que sufrió su hija, Daphne Fernández, a comienzos de ese año. Por medio de un video, Javier Fernández hizo públicas las disculpas que varios de los supuestos agresores emitieron frente a una cámara.

Según la información más difundida en medios, cuatro jóvenes agredieron a una menor de edad: primero la subieron a un coche en contra de su voluntad, donde le quitaron su teléfono celular y la tocaron de forma lasciva; y luego la llevaron a un departamento privado, ubicado en una de las zonas más exclusivas del municipio veracruzano, donde la violaron sexualmente. Enrique Capitaine Marín, Jorge Cotaita Cabrales, Diego Cruz Alonso y Gerardo Rodríguez Acosta, los cuatro presuntos responsables de los ataques, son integrantes de familias adineradas, pertenecientes al Club de Rotarios y cercanas a los exgobernadores del estado, Fidel Herrera y Javier Duarte.

Después de pasar por una pesadilla de trámites burocráticos para comprobar, a varios meses de los hechos, las agresiones que sufrió, Daphne tuvo que enfrentar una tercera tanda de provocaciones. En redes sociales y medios de comunicación se desató una polémica sobre su forma de actuar, que fue desde cuestionamientos sobre su forma de vestir la noche en que fue agredida hasta la forma de proceder de su padre al enfrentar a los agresores en el video de arriba. En un comentario publicado desde su cuenta de Facebook, la sobreviviente habló sobre el tema:

Sí he tomado, sí he salido de fiesta, sí he usado faldas cortas, como la gran mayoría, por no decir que todas las niñas de mi edad, ¿por eso me van a juzgar?, ¿por eso me lo merecía?, ¿por eso paso lo que paso?, ¿por andar de noche con mis amigas? Pregunto a aquellos que criticaron e hicieron páginas para atacarme, entonces yo les pregunto ¿POR QUÉ?… digo ya que al parecer ustedes creen que son “jueces” de lo que sucedió.

La siguiente ola de violencia llegó recientemente, cuando un juez federal mexicano ordenó la liberación de Diego Cruz, uno de los agresores, que actualmente enfrenta desde España el juicio en su contra. El amparo a su favor argumenta que no hay elementos suficientes para comprobar el delito de pederastia, debido a que no puede observarse que las acciones de su cliente tuvieran intenciones lascivas o buscaran la consumación del acto sexual:

El juez ha determinado que si bien es cierto que Daphne Fernández, que tenía 17 años en ese momento, declaró que el imputado, junto a sus amigos, le “tocó los senos, le metían sus manos debajo de la falda y [Cruz] le introdujo sus dedos por debajo del calzón y se los introdujo en la vagina”, no observa una intención “lasciva” ni que Cruz tuviera la intención de “copular”. Por ello concluye que no considera lo sucedido como un acto sexual, sino un “roce o frotamiento incidental”.

La resolución de juez despertó una fuerte indignación en la familia de la víctima, debido a que el artículo 265 del Código Penal Federal establece lo siguiente: “se considerará también como violación y se sancionará con prisión de ocho a catorce años, al que introduzca por vía vaginal o anal cualquier elemento o instrumento distinto al miembro viril, por medio de la violencia física o moral”.

La cultura de la violación y la violencia de género

Mujer protesta contra la violencia de género en México. (Photo by Miguel Tovar/LatinContent/Getty Images)

Si la resolución del juez que intervino el amparo y la opinión de un académico universitario coinciden, es porque ambos forman parte de una cultura de la violación. En otras palabras, están rodeados de un ambiente social y cultural en el que la violencia sexual se justifica de diversas formas. Culpar a la víctima, tratar como cosas a las personas, minimizar o negar el daño producido por una violación sexual son síntomas de ello.

Cada vez que, ante la noticia de una violación sexual, alguien busca encontrar la forma en que la víctima podría haber evitado su agresión, estamos frente a un problema. Una víctima jamás es responsable de la violencia que recibe. No importa si una mujer usa minifalda, camina sola de noche o tiene amigos del sexo opuesto: ninguna de estas afirmaciones sería justificación de la violación sexual. Lo fundamental para identificar un delito sexual es preguntarse si había consenso entre las partes involucradas. No hay forma en que una negativa a participar en un acto sexual sea autorización para ser obligado a hacerlo.

La feminista Dianne F. Herman explica que vivimos en una cultura de la violación siempre que la sociedad fortalece la idea de que es normal y natural que los hombres tengan un comportamiento agresivo en las relaciones sexuales. Esta autora ha observado cómo algunas representaciones culturales refuerzan prejuicios sobre la forma en que deberían comportarse las mujeres y los hombres o sobre cómo deben interactuar. De tal forma que, cuando una agresión se hace pública, es recurrente que se minimicen los daños o se culpe a las víctimas.

Esto explica que el caso de Daphne no sea único ni esté aislado. Siempre que una mujer denuncia algún tipo de agresión sexual, queda expuesta a ser víctima de nuevas formas de violencia. Así ocurrió cuando la escritora Tamara de Anda denunció el acoso callejero del que fue víctima o cuando la periodista Andrea Noel denunció la agresión física que sufrió en la Ciudad de México.

Quizás una de la vías para desmontar esta cultura de la violación surja de su exposición. El hecho de que Radio UNAM haya despedido al conductor que hizo comentarios sexistas habla del interés por crear un ambiente de respeto a los derechos humanos. Posicionarse de forma pública frente a una expresión de violencia es parte de una estrategia para evitar que estos casos se repitan.

(Photo by Miguel Tovar/LatinContent/Getty Images)

Aún más, en una era de información digital tenemos la capacidad de escuchar y confrontar diversas formas de analizar la misma cuestión. Si el problema de fondo es el reforzamiento de una sola forma de ser hombre o de ser mujer, de una sola forma de enamorarse o de tener relaciones sexuales, la multiplicación de perspectivas deberá cambiar en algo el panorama.

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