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Joaquín Murrieta: el “Robin Hood” mexicano

¿Conoces la leyenda de Joaquín Murrieta, un mexicano que robaba a los ricos para entregarle oro a los pobres?

“Yo no soy americano pero comprendo el inglés”

Las mejores leyendas, las que sobreviven al paso de los años, son las que cabalgan en el lomo de historias reales. Esas son las que son pasadas de voz en voz, las que inspiran la creación de historias nuevas sin que la gente conozca su verdadero origen. Así es como pasó con la leyenda del Robin Hood mexicano.

Grabado de bandolero de la época de la fiebre de oro (Foto:Pinterest)

Joaquín Murrieta, bandolero de la época de la fiebre de oro californiana a mediados del siglo XIX y cuyas andanzas se pasaron de boca en boca por México y los Estados Unidos hasta llegar a ser la base de personajes tan icónicos como el mismísimo “Zorro”.

“A cualquier americano lo hago temblar a mis pies”

¿Pero, existió realmente Murrieta? Muchos especularon que es solo un nombre mezclado entre los muchos otros motes cuatreros y mineros mexicanos del siglo antepasado.

Fotografía de un presunto Joaquín Murrieta retratado en 1853, año de su muerte según las autoridades de California (Foto: Wikipedia)

Aunque no existe un acta de nacimiento con su nombre, sí se tiene un documento de bautismo que señala que era oriundo de la localidad de Álamos, Estado de Sonora. Otras actas eclesiásticas de la parroquia de Santa Gertudis (hoy Nuestra Señora de Guadalupe en Altar), muestran antecedentes de la familia Murrieta Orozco ratificados por el sacerdote Luis Enrique Sinohui. También existe un documento en donde, junto con su esposa, Carmen Félix, Joaquín es nombrado padrino de una boda.

Visión de un artista anónimo de Joaquín Murrieta creada en 1848 (Foto: Wikipedia)

“Yo me vine de Hermosillo en busca de oro y riqueza”

Siendo aún joven, “El Patrio” como se le llegó a conocer, se casó y emigró junto con su esposa a California en 1848. Gigantesco territorio que había sido mexicano hasta el año de 1847 pero que después fue perdido en la guerra contra los Estados Unidos.

A partir de entonces, más de 75 mil mexicanos comenzaron a sufrir las consecuencias de haberse convertido súbitamente en extranjeros en su propia tierra. Sin nadie que pudiera protegerlos, los mineros gringos consiguieron hacer que las condiciones para los trabajadores mexicanos fueran cada vez peores.

Ilustración de mineros estadounidenses de 1856 (Foto: Librería de Congreso estadounidense)

“Vengo a vengar a mi esposa, y lo vuelvo a repetir”

En 1850, los mineros norteamericanos lograron convencer al gobierno la concesión de condiciones favorables para ellos además de muchos impedimentos para que los trabajadores mexicanos pudieran subsistir en territorio estadounidense. Entre los afectados, se encontraba Murrieta quien, después de ver morir a su hermano, esposa e hija, comenzó una vida de bandolero, robándole a los mineros estadounidenses que habían hecho su vida tan miserable.

Tal fue el éxito de sus golpes, tal su infamia entre los ricos estadounidenses que el gobernador de California no tuvo más remedio que ofrecer una recompensa por su captura y la de su segundo al mando, otro bandolero apodado Jack Three Fingers (Jack Tres Dedos).

“Tú serás el capitán que mataste a mi hermano”

Para el 25 de julio de 1853, el jefe del recién creado cuerpo de policía de California y ex miembro de los Texas Rangers, Harry Love, se había hecho famoso por haber presuntamente matado a Murrieta y haber conservado la cabeza del bandido dentro de un frasco de alcohol. La cabeza fue exhibida en ferias del condado de Stockton y a veces “se fue de gira” junto con otras atracciones extravagantes hasta que fue perdida durante el terremoto de San Francisco de 1906.

Cartel que anunciaba la exposición de la supuesta cabeza de Joaquín Murrieta en su exposición en Stockton (Pinterest)

Su leyenda llegó a impactar de una forma tan potente el inconsciente estadounidense que logró que el autor Johnston McCulley creara en 1919 al icónico personaje de ficción: El Zorro.

Portada de All-Story Weekly #2, primera aparición del zorro (Foto: Wikipedia)

Por supuesto, también golpeó la idiosincracia de la frontera, lo que dio pie a varios corridos:

 

Yo no soy americano pero comprendo el inglés
Me lo aprendí con mi hermano al derecho y al revés
A cualquier americano lo hago temblar a mis pies.

Cuando apenas era un niño huérfano a mi me dejaron
Nadie me hizo ni un cariño, a mi hermano lo mataron

y a mi esposa carmelita cobardes la asesinaron.

Yo me vine de Hermosillo en busca de oro y riqueza
Al indio pobre y sencillo lo defendí con fiereza
Y vivo entre los cherifes alaban por mi cabeza
A los ricos avarientos yo les quite su dinero
Con los humildes y pobres yo me quité mi sombrero
Hay que leyes tan injustas por llamarme bandolero.

A Murrieta no le gusta, lo que hace no es desmentir
Vengo a vengar a mi esposa, y lo vuelvo a repetir
Carmelita tan hermosa, cómo la hicieron sufrir.

Por cantinas me metí castigando americanos
Tú serás el capitán que mataste a mi hermano
Lo agarraste indefenso orgulloso americano

“A los ricos avarientos yo les quite su dinero”

A pesar de la muerte de Murrieta, los asaltos continuaron y el oro siguió pasando de los bolsillos de los ricos a las  manos de los pobres. Muchos de los hurtos atribuidos a Murrieta en esa época en realidad habían sido cometidos por otros forajidos, mientras que el verdadero Joaquín, había regresado, al parecer, a Sonora en compañía de su cuñado Jesús Félix. Una vez ahí, se dedicó al comercio de caballos salvajes entre Sonora y Veracruz.

Lo más curioso es una carta publicada en 1875 en el periódico Herald de San Francisco escrita, se supone, por el mismo Joaquín Murrieta quien en el documento afirmó:

todavía conservo mi cabeza”.

Ilustración basada en la exposición que mostraba la cabeza de Murrieta y la mano de Jack Tres Dedos

El autor de esa carta muere entre el final de la década de 1870 y 1890 y fue presumiblemente enterrado en el pueblo de Cucurpe en Sonora.

“Ay, qué leyes tan injustas por llamarme bandolero”

El legado de Murrieta cabalgó también en la pantalla grande con la producción de la películas: “Robin Hood del Dorado” (1936) “Joaquín Murrieta” (1938), “Murrieta” (1965) y La Misión Desesperada (1969) siempre alzando la idea del mexicano capaz de rebelarse en contra de los vecinos del norte y ganar.

Póster de la película de 1936 El Robin Hood de El Dorado (Foto: Wikipedia)

Su mito es revivido y reencarnado como el de otras figuras históricas que también desafiaron a los estadounidenses y protegieron de alguna manera la dignidad nacional, como Pancho Villa, Juan Escutia  y Diego Rivera (cuando desafió a los Rockefeller)… El bandolero protector de los desposeídos seguirá vivo en el recuerdo violento de una época lejana y en los miedos que causan en los americanos todos los mexicanos que huyen de la ley.

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