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Estos son los robots que aprendieron a escribir

La inteligencia artificial ha avanzado al nivel de que ya existen robots que saben escribir.

Se llaman bots y son legión tuitera

En los últimos días de octubre, Mary Shelley (autora de Frankenstein) volvió a la vida en forma de inteligencia artificial. Sus creadores, un grupo de investigadores del MIT , programaron una cuenta de Twitter que es capaz de escribir historias de terror nuevas a partir de una amplia base de datos y de la interacción con el público de la plataforma. El lugar de donde se obtuvo el material básico fue el foro de Reddit llamado r/nosleep, al que pertenecen más de once millones de personas y ha estado activo durante los últimos diez años.

Retrato de Mary Shelley, creadora del monstruo de Frankenstein (Foto por Matt Cardy/Getty Images)

La dinámica era muy sencilla: el bot, llamado Shelley en honor a la escritora inglesa, publicaba el comienzo de una historia aproximadamente cada hora. A partir del momento de la publicación, cualquiera con una cuenta de Twitter podía responder a la historia inicial hasta con tres tweets. Para que la narración continuara en manos del bot o de otro usuario, cada publicación debía terminar con #yourturn (‘tu turno’) o finalizar con #theend (‘fin’).

En resumen, la cuenta creada por los programadores del MIT comenzaba un minicuento de terror, basado en las historias que cientos de usuarios habían subido al subreddit. Después, cualquier persona podía continuar el relato e interactuar con Shelley en una cadena breve de conversaciones. De esa manera se crearon más de 450 historias que, aunque atravesadas por el ingenio humano, dependieron de la conversación con un dispositivo de inteligencia artificial.

https://twitter.com/shelley_ai/status/925467588188045312

Actualmente, todas las historias escritas de forma colaborativa durante los últimos días de octubre y los primeros de noviembre pueden consultarse en este sitio. Desde el 6 de noviembre una nueva dinámica indica que ahora es turno de los usuarios de Twitter comenzar las historias de terror que Shelley continuará si es arrobada como @shelley_ai y si en el mensaje se incluye el indicador #yourturn.

¿Esto significa que estamos frente a una nueva manera de escribir historias? ¿Qué implica que la creación literaria haya ampliado sus fronteras más allá del ingenio humano? ¿Qué sucederá ahora con conceptos como “autor”, “originalidad” y “lector”?

El arte nuevo de hacer historia

(Foto por Oli Scarff/Getty Images)

El tipo de dinámica que regula a Shelley no es completamente novedosa en la red: las nuevas herramientas de programación y difusión han permitido, desde hace varios años, que haya una variedad importante de piezas artísticas como fruto de las máquinas de escritura. Actualmente existen varias cuentas de Twitter famosas por sus publicaciones automáticas. El Centro de Cultura Digital de la Ciudad de México explica que:

Twitter representa un laboratorio que propicia ejercicios de escritura a partir de sus restricciones de publicación (ciento cuarenta caracteres, incluir cuatro imágenes, un video o una imagen en movimiento GIF). En Twitter la práctica de la experimentación textual se puede dividir en dos grandes grupos: proyectos escritos por humanos y proyectos ejecutados por máquinas o bots. (CCD)

Por ejemplo, en 2015 la investigadora Élika Ortega lanzó el Bot Carrión, un bot literario que publica ocho frases diarias, basadas en dos obras del escritor mexicano Ulises Carrión: El arte nuevo de hacer libros (1975) y Poesías (1972). Cada publicación tiene tres partes: el comienzo que puede ser “In the new art” o “In the old art”, una parte central que se forma por combinaciones del verbo “to be” y, finalmente, una definición que remite a un conjunto limitado de opciones.

Estos ejercicios de escritura automática dialogan con una tradición del arte conceptual en la que el proceso de creación (en este caso, los principios de la programación del bot) es parte fundamental de la obra de arte. Los bots literarios son programas informáticos actúan de forma automática a partir de reglas en su programación que se repiten ante ciertos estímulos, como el paso del tiempo o la interacción con los usuarios.

En Twitter, los bots funcionan automáticamente publicando en tiempo real según periodos determinados o en respuesta a condiciones específicas. Por ejemplo, tuitean o responden cuando los usuarios mencionan dicha cuenta, alguna palabra o conjunto de palabras previamente determinadas. Alrededor de estos bots se ha formado una comunidad de creadores y desarrolladores que llevan a cabo ideas personales o colectivas para generar bots por el simple hecho de poder y querer hacerlo. Comparten códigos y conocimientos técnicos para desarrollarlos, mucho de lo que hacen se pueden identificar en Twitter por el hashtag #botally.

En el caso del Bot Carrión no podría decirse que los tweets que resultan del arte combinatorio que rige la cuenta son autoría de Ulises Carrión; sin embargo, tampoco podemos afirmar que son propiedad intelectual de Élika Ortega. Estamos frente a un proceso de una escritura colaborativa que se activa a partir de material predeterminado que se organiza siguiendo la programación que indique su diseñador. Muchas veces el mecanismo prevé la interacción con usuarios como parte de su funcionamiento, así que la tarea del lector ya no es sólo la de interpretar el texto y dotarlo de sentido, sino también la de generar e intervenir su escritura.

¿Los robots aprendieron a escribir?

(Foto por VCG/VCG via Getty Images)

El mecanismo por el que operan los bots literarios tiene su origen en el desarrollo de la Inteligencia Artificial. Entre 1964 y 1966 un investigador del MIT creó a ELIZA, un programa de computación que era capaz de simular conversaciones con usuarios humanos. Su creador, Joseph Weizenbaum, tenía la intención de imitar en son de burla el tipo de conversación de una psicóloga rogeriana con su paciente. A continuación un ejemplo tomado de Xataka:

ELIZA: ¡Hola! ¿Cuál es tu problema?
TÚ: Una voz dentro de mi cabeza me dice que haga cosas perversas.
ELIZA: ¿Tu cabeza te dice que hagas cosas perversas?
TÚ: Ya lo creo.
ELIZA: ¿Puedes dar más detalles?
TÚ: Me dice que eres un bot y que nada de esto es real

A pesar de que este bot conversacional era capaz de identificar palabras claves en los mensajes que recibía y elaborar por medio de estructuras lingüísticas fijas algunos mensajes coherentes, su capacidad de simular ser una persona era limitada. Con todo, muchos de sus primeros usuarios (que formaban parte del equipo de Weizenbaum) pensaron que habían interactuado con un verdadero terapista psicológico y que, incluso, los había ayudado a resolver algunos de sus problemas.

De la simulación a la colaboración

Si hay algo que distingue a los primeros bots conversacionales de sus sucesores bots literarios que ahora pueblan algunas redes sociales es que la colaboración con el usuario tuvo más espacio para determinar el resultado (siempre cambiante) de la escritura. La simulación cada vez se acerca más a ser una franca colaboración: el usuario sabe que está interactuando con un ente digital y conoce las reglas del juego. Lo intrigante de la cuestión no sólo es qué pasará con el desarrollo de las inteligencias artificiales, alimentadas de más y más experiencias humanas; sino también, ¿qué pasará en terrenos como el arte y la literatura, cuando estas técnicas creativas cobren más fuerza y ganen mayor popularidad?

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