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Denunciar a Maciel: a veinte años de una carta

Hace dos décadas se denunció al Padre Marcial Maciel de los Legionarios de Cristo ante el Vaticano, ¿Qué hizo Juan Pablo II? ¿Qué tanto han cambiado las cosas?

Hace dos décadas se denunció a Marcial Maciel ante el Vaticano, ¿qué tanto han cambiado las cosas?

Hace veinte años, nueve hombres enviaron una carta a Juan Pablo II. Eran ex miembros de los Legionarios de Cristo. Se dirigían al entonces papa para denunciar, por primera vez, los abusos sexuales y psicológicos cometidos por el padre Marcial Maciel, fundador de la congregación. Mucho ha ocurrido desde entonces: un proceso de investigación por parte del Vaticano, la cesión sacerdotal y la muerte de Maciel, la declaración pública de los testimonios de esas víctimas, una supuesta renovación estructural de la Legión, entre otras cosas.

Pero los Legionarios de Cristo perviven como una de las organizaciones religiosas más poderosas de México y el mundo: cuentan con colegios híper exclusivos en varios países y se relacionan con las élites económicas más influyentes de nuestro país. Se trata, en términos que Bernardo Barranco rescata, de una asociación que se rige bajo un precepto de sacralización del poder.

Esa sacralización, que parece permear cada nivel de los Legionarios, podría explicar los dos vicios estructurales que se han extendido en su interior: el abuso sexual a menores por parte de sacerdotes y, además, la forma en que han sabido incrementar sus finanzas y sus relaciones con las élites del país.

De la carta a la purificación

“Maciel nos ordenó que no habláramos con nadie. De entrada obedecimos. Poco a poco me fui dando cuenta de la verdad”, dijo Arturo Jurado, uno de los nueve denunciantes, en mayo de 2006. José Barba, que también firmó la carta a Juan Pablo II en 1997, aseguró que “nuestro error de juventud fue callar la verdad”. Además de Barba y Jurado, los que alzaron la voz fueron Alejandro Espinosa, Samuel Barrales, Juan José Vaca, Félix Alarcón y los hermanos Fernando y José Antonio Pérez Olvera. La misiva se envió después de que el propio Juan Pablo II dijera, en 1994, que Maciel era “un modelo para la juventud”. Para los denunciantes, aquella declaración fue un gesto intolerable.

Maciel (1920–2008) fundó los Legionarios de Cristo y el grupo sacerdotal Regnum Christi, movimientos muy exitosos de católicos en México y el mundo. Tras bambalinas, Maciel cometió numerosos actos de abuso sexual infantil, tuvo hijos con varias mujeres a las que engañó sobre su identidad, cultivó un hábito a la morfina y, además, supo relacionarse con grupos muy poderosos de este país y de muchos otros.

Marcial Maciel recibe la bendición del Papa Juan Pablo II. (AP Photo/Plinio Lepri, File)

La Legión de Cristo surgió en México a principios de la década de 1940, cuando Maciel era aún muy joven. La Guerra Cristera terminó en 1929 y sus efectos más hondos eran aún palpables. Paulatinamente, pero siempre a paso rítmico, Maciel supo llevar a su congregación a la cumbre. Las denuncias contra él comenzaron poco tiempo después de la fundación. En 1956, por ejemplo, el Vaticano inició una investigación contra él, pero fue silenciada y descartada. De acuerdo con analistas, ese es uno de los principales mecanismos de control al interior de la Legión: el silencio impuesto, silenciar cualquier tipo de abuso que se dé al interior de la congregación.

Marcial Maciel supo gestar relaciones privilegiadas con el Vaticano y, específicamente, con Juan Pablo II, cuya mesa de trabajo se llenó durante años de denuncias contra el legionario. El pontífice las hizo a un lado, pues Maciel era uno de sus favoritos. En 1995, por citar un caso, el mexicano entregó un millón de dólares al papa, quien llegó a dar misas privadas para los amigos ricos de Maciel. No obstante, la cosa cambió a la llegada de Benedicto XVI como jefe del Vaticano, en abril de 2005. En 2006, dadas las acusaciones de pederastia, paternidad y toxicomanía que le habían imputado, Maciel tuvo que renunciar a cualquier forma de ministerio público. Se trataba, evidentemente, de un castigo laxo, por lo que el Vaticano apeló a la edad avanzada del sacerdote. Maciel murió en 2008.

Benedicto XVI ordenó que la investigación se extendiera a toda la Legión: si Maciel había llevado una vida así, ¿por qué nadie lo denunció? Para ese fin, el pontífice nombró a cinco visitadores obispos para que investigaran a gente de la congregación. En mayo de 2009, los sacerdotes investigadores publicaron sus conclusiones. De acuerdo con el documento, “los comportamientos gravísimos y objetivamente inmorales del P. Maciel, confirmados por testimonios incontestables, representan a veces auténticos delitos y revelan una vida carente de escrúpulos y de verdadero sentimiento religioso.” Se declara, además, que la conducta de Maciel provocó consecuencias en la estructura de la Legión, por lo que se requiere una profunda revisión de ella. Y continúa: “el Santo Padre desea asegurar a todos los Legionarios y a los miembros del Movimiento Regnum Christi que no van a estar solos: la Iglesia tiene la firme voluntad de acompañarlos y ayudarlos en el camino de purificación que les espera”.

¿Disolver a los Legionarios desde el Vaticano? Eso sonaba utópico, y los denunciantes manifestaron su inconformidad: ¿cómo era posible que todo se redujera a un proceso de refundación? ¿no era evidente que el comportamiento de Maciel había permeado la estructura de toda la Legión? De acuerdo con José Barba, “la Iglesia cuando quiere tiene heroísmo, pero aquí hay un cálculo enorme que tiene que ver con la financiación”. Por otro lado, Sylvester Heereman, vicario general de la Legión, reconoció públicamente que 35 sacerdotes de la congregación habían sido ya acusados de pederastia. Entre ellos, nueve tenían constancia de culpabilidad.

El papa Francisco concedió el perdón a los Legionarios de Cristo y a los miembros de Regnum Christi. En un comunicado, la Legión dijo que “la indulgencia consiste en una remisión de las penas temporales por los pecados ya perdonados que el pecador debiera purgar en la vida presente o en la futura antes de poder entrar en la plena comunión con Dios en el cielo.” Y más adelante hablan de las prácticas necesarias para ser perdonados: “que se dediquen a practicar durante un tiempo conveniente las obras de misericordia corporales (dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, redimir a los cautivos, enterrar a los muertos”. Hoy por hoy, la Legión de Cristo subsiste como una de las congregaciones más poderosas de México.

¿Qué fue lo que ocurrió tras esos muros?

Un testimonio

Yo fui alumno de José Barba Martín durante mi corta estancia en el Instituto Tecnológico de México (ITAM). El profesor Barba ha tenido muchísimos alumnos, así que seguramente no me recuerda. Pero yo sí lo recuerdo a él: es una especie de biblioteca andante. Todos sus alumnos hablaban de él en esos términos: un hombre de un intelecto tan grande como noble.

Usted, lector, puede consultar aquí una serie de testimonios emitidos por varios de los denunciantes. Se trata de palabras que hay que palpar con responsabilidad. Finalmente, la voz de la víctima exige escucha atenta, cautelosa.

Barba Martín dijo a La Jornada que “estaba otra persona dentro de la enfermería y [Maciel] me empezó a hablar de sus problemas; que tenía permiso del papa Pío XII para que las religiosas le dieran masaje en sus partes viriles por un problema entre las vías seminales y la vía de la orina. Me pidió si yo podía darle masaje. Cuando entré había otra persona. Y cuando comenzó esto, me llamó la atención que esta persona no se fuera. Entonces tomó mi mano, que estaba muy tensa, y la llevó hacia sí. Me di cuenta de que tenía su miembro excitado y eso me puso más nervioso. Traté de rechazar firmemente lo que quería hacer. Él insistió, insistió y yo no pude vencerlo. Yo era un muchacho de poca edad y él tenía ya 34 ó 35 años. La persona que estaba ahí no me ayudó y eso siempre lo he resentido”. En una entrevista publicada en YouTube, el profesor menciona que fue masturbado con violencia, que lloró. “Nosotros éramos sujetos de obediencia absoluta, estábamos a miles de kilómetros de nuestros padres, no podíamos pedir consejo a nadie, no podíamos hablar con nadie”.

El caso de Barba es uno solo entre muchos. Acercarse a dichos testimonios significa no solamente mirar situaciones de abuso sexual, sino también un sistema de poder más extenso, muy cuestionable.

Sacralización del poder

Bernardo Barranco, estudioso de las religiones, dio una entrevista a Carmen Aristegui hace unos años. En 2010, el papa Benedicto XVI dio una declaración contundente: “la mayor persecución a la Iglesia no viene de los enemigos de fuera, sino que nace del pecado de la Iglesia”. Hacía referencia, claro está, a los problemas de pederastia por parte de sacerdotes católicos. Barranco rescata la lectura que Giancarlo Zizola, vaticanista, hizo de la declaración: la Iglesia enfrenta una doble perversión: una sexual y una política. La perversión sexual está ligada a la perversión política, que no es otra cosa que la sacralización del poder. Maciel es un paradigma simbólico de ambas perversiones.

De izquierda a derecha: Fernando González, Bernardo Barranco y Alberto Athie. (AP Photo/Alexandre Meneghini)

De acuerdo con Barranco, el modelo de los Legionarios es completamente empresarial: su nicho, su objetivo, son los ricos. Los actos de caridad y asistencia a los pobres son complementos de un modelo, pero lo que buscan es adaptar el Evangelio al ambiente de las élites. Se busca, pues, ofrecer un proceso pastoral de salvación, consolar a los ricos por el hecho de serlo. Y es que, en un lugar tan económicamente polarizado como América Latina, ser rico puede ser motivo de cierta culpa.

Barranco menciona que los colegios de los Legionarios son vías hacia la generación de recursos y redes de relación. La congregación cuenta con escuelas privadas en Argentina, Alemania, Australia, Brasil, Estados Unidos, Canadá, Colombia, Chile, Venezuela, Francia, España, Italia, Irlanda, Suiza, entre otros países. En México, la Legión posee el Instituto Cumbres, el Instituto Irlandés, el Instituto Oxford, el Instituto Rosedal y, por supuesto, los planteles de la Universidad Anáhuac. Se trata de colegios costosos y exclusivos. No toda la gente puede aspirar a ellos. Barranco menciona que, en esas escuelas, la Legión establece redes con los que están mejor posicionados económicamente. Allí se tejen los donativos, los vínculos, los contactos.

Con o sin Maciel, la Legión sostiene aún altas colegiaturas en sus colegios. Podrán renegar de la imagen de su fundador y de sus abusos sexuales, pero la lógica elitista perdura en la congregación.

Borrar a Maciel

El sitio web de los Legionarios, como sus redes sociales, no hacen gala del nombre o la imagen de Marcial Maciel. Por lo menos a simple vista. La congregación parece haberse deslindado de su fundador y, aparentemente, pretenden con ello deshacerse de los efectos de su conducta. Al final, en eso consistió la renovación ordenada por Benedicto XVI. Al respecto, el profesor José Barba comentó una vez que “sacan al padre Maciel y dan gracias a los Legionarios de Cristo. Es como decir que el tronco estaba podrido pero las ramas estaban bien. Y no es verdad”. Por otro lado, Barranco menciona que la Legión se escuda en un argumento que señala a Maciel como la manzana podrida, el pederasta solitario, la persona y no la estructura de la congregación.

Una cosa es cierta: si la Legión de Cristo aún detenta un modelo de relación con élites financieras, ello debería ser motivo para observar la forma en que se relaciona con la gente que forman, ya sea en colegios o en sacerdocio. Si en efecto ha habido una reconfiguración radical de su estructura, entonces cabría presumir que ya no hay ni habrá más abusos sexuales.

Es preciso estar al pendiente.

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