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¿Cuándo comenzamos a usar billetes de papel como dinero?

Desce hace miles de años los humanos le han valor económico a todo tipo de objetos: de las conchas de mar a los rectángulos de papel.

¿En qué momento la humanidad comenzó a darle valor a los pedazos rectangulares de papel (o de polímero) para sus transacciones diarias? Para entender la respuesta, necesitamos viajar al pasado, a una época en la que la forma principal de transacción era el trueque.

En los tiempos de las primeras civilizaciones, quienes tenían un bien simplemente lo intercambiaban por otro que necesitaban. Por ejemplo, si alguien sabía hacer ropa y tenía hambre, intercambiaba sus artículos con el agricultor y satisfacía esa necesidad inmediata.

El problema con este sistema surgió cuando el artesano ofrecía un producto que no le interesaba al agricultor, quien no estaba dispuesto a intercambiar sus alimentos por algo que no quería en un determinado momento.

Para resolver este problema se comenzó a emplear un tercer bien intercambiable que fuera universalmente válido y que todos necesitaran. En este punto de la historia se inventó el concepto del dinero.

El dinero no es más que una unidad de intercambio o un bien duradero que permite evitar que el que haga ropa no tenga que esperar a que el agricultor necesite su producto para poder intercambiarlo con él.

En esta tablilla se detalla una transacción en la que se pagaba con cerveza (Wikimedia Commons)

El nacimiento del dinero

A lo largo de miles de años, la humanidad ha empleado una gran cantidad de cosas como dinero, desde semillas hasta polvo de cobre, siempre se ha buscado algo relativamente escaso y de valor práctico que todos los miembros de una comunidad puedan intercambiar por los productos o servicios anhelados.

En la Roma antigua, por ejemplo, se usó sal para pagar los “salarios” de los soldados debido a que el producto era duradero, útil, difícil de producir y fácil de almacenar.

En China se usaron monedas hechas de materiales preciosos para realizar transacciones diarias. Un caso notable es el del dinero que se usó entre los habitantes de la isla de Yap, ubicada en el océano Pacífico oriental, donde se usaron enormes roscas de piedra caliza como moneda corriente durante siglos.

En esos días bastaba con dejar una de estas piedras en algún lugar para que se supiera a quién le pertenecía y quién sería el nuevo dueño una vez que se usara para concretar una transacción.

En la isla de Yap se usaban enormes roscas de piedra como moneda (Wikimedia Commons)

Además, en algunas partes de África, India y Asia, la moneda con más valor fue la concha del cauri, un pequeño molusco de mar que era fácil de transportar, duradero, imposible de falsificar, escaso y útil para hacer joyería.

Estos métodos de pago sirvieron durante miles de años hasta que se presentó otro problema: conforme las civilizaciones fueron avanzando y el comercio creció, los métodos de pago existentes terminaron por ser imprácticos, no solo para pagar o cobrar, sino para almacenar.

Pronto la gente ya no tuvo espacio dónde guardar su sal, granos, ganado, polvo de cobre, monedas hechas con metales preciosos o conchas del cauri, así que se tuvo que crear otro método más fácil de cuidar y transportar sin sacrificar su valor de compra.

En Europa no se usaron billetes de forma sistemática hasta bien entrado el siglo XVII (Wikimedia Commons)

La respuesta a este problema llegó del Lejano Oriente

Durante sus viajes a China, Marco Polo relató en su registro de viajes El libro de las maravillas (o El libro del millón) como en el país dominado por el nieto de Gengis Kan, Kublai Kan, ya no se usaban monedas ni conchas para sus transacciones, sino pedazos de papel rectangular a los que se les dotaba de un valor inmenso.

En el capítulo “Cómo el gran Kan hace que la corteza de los árboles, convertida en algo similar al papel, pase como dinero en todo su país” del segundo de cuatro libros en los que relata lo que encontró en su viaje realizado a finales del siglo XI, el comerciante veneciano habla de cómo el sistema de pagos con piezas de metal había evolucionado a uno de intercambio de recibos de igual valor a cierto número de monedas que se le debían a un individuo.

Así, en lugar de transportar varios kilos de miles de pedazos circulares de metal, un comerciante podía ir a la capital del imperio a intercambiar su recibo por la cantidad de dinero que se le debía.

Estos pedazos de papel tenían una denominación y como los comerciantes se dieron cuenta que ya llevaban un valor intrínseco, pronto dejaron de acudir a la capital a intercambiarlos por monedas y comenzaron a realizar transacciones exclusivamente con billetes mientras las monedas que les daban valor permanecían seguras en las bóvedas imperiales.

Cuando el gobierno del Kan tomó nota de este cambio de prácticas, comenzó a producir dinero en pedazos de papel que, en esencia, eran notas que representaban un valor y que podían intercambiarse por productos y servicios en cualquier momento.

A la izquierda aparece el bloque de imprenta de un billete que se usó durante la Era Yuan (Getty Images)

Los billetes en la actualidad

Actualmente el concepto de dinero en billetes funciona casi de la misma manera: un gobierno hace dinero a través de sus instituciones bancarias y le da un valor que depende de una cantidad de oro que se encuentre en las arcas de un país o de la importancia de una moneda en transacciones internacionales (como el dólar).

Por sí solos los billetes no valen más que el material con el que fueron fabricados, pero cada sociedad les impone un valor basado en el poder de la economía que los produjo.

Si el dólar tiene cierto valor es por la cantidad de dólares que circulan en transacciones dentro y fuera de Estados Unidos. Pero si un país se cierra a la economía internacional, su moneda tendrá poco valor más allá de sus fronteras.

Tal es el caso de la moneda en Cuba o Corea del Norte. Debido a que esas economías se basan casi exclusivamente en el comercio interno, su valor internacional es casi nulo.

Actualmente los billetes han comenzado a ser desplazados por transacciones digitales: meros ceros y unos integrados a un sistema computarizado al que la humanidad le asigna un valor y que pueden intercambiarse por cualquier objeto tangible (o producto cultural), pero la esencia actual del dinero continúa siendo parte de un proceso que comenzó hace miles de años, cuando las sociedades primitivas pasaron del trueque a darle valor a los billetes de papel por lo que representaban y no por lo que eran en realidad.

De las conchas al billete y del billete a los cobros con tarjetas de plástico (Wikimedia Commons)

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