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20 años de los Detectives Salvajes, la novela que trazó el mapa de la Ciudad de México

Los detectives salvajes fue la primera novela de Roberto Bolaño que alcanzó fama internacional, y en 2018 celebra su vigésimo aniversario.

29 DE DICIEMBRE

Una vez publicado el artículo sobre la piedra filosofal, me dediqué a buscar aniversarios literarios para el calendario editorial de 2018. Si de algo sirven, los aniversarios ofrecen una excusa para explorar un viejo tema desde un ángulo distinto. Por ejemplo, el 5 de mayo se cumplen 200 años del natalicio de Karl Marx. Esa nota va a estar densa. En abril hay aniversarios cerrados de 2001: Odisea del espacio y Breve historia del tiempo de Stephen Hawking. Esa nota promete mucho. Otras grandes novelas que cumplen 20 o 30 años de publicación: Los detectives salvajes, Las partículas elementales, Los versos satánicos.

En muchos casos, es una tarea complicada encontrar las fechas exactas de una publicación literaria. A lo mucho puedes hallar el mes pero no el día. No es el tipo de dato que puede ser de interés público. En lo referente a Los detectives salvajes, solo contaba con el año: 1998. Por lo tanto, tenía la libertad de publicar un artículo retrospectivo en cualquier punto dentro de los próximos 12 meses. Sin embargo, a los pocos minutos me topé con un dato que cambió esa idea: la muerte de Mario Santiago Papasquiaro, 10 de enero de 1998.

Tengo doce días para escribir un artículo sobre Los detectives salvajes. Se dice fácil.

30 DE DICIEMBRE

Un buen punto de partida sería comprar la novela para leerla otra vez.

Han pasado casi diez años desde mi primera y única lectura pero ya no conservaba aquel ejemplar. ¿Por qué? Porque los Detectives Salvajes es el tipo de novela que te encanta tanto que deseas prestarla u obsequiarla a otra persona. No hay razón para que este placer sea tu secreto personal; todo lo contrario, anhelas compartirlo.

Para mi sorpresa, Feltrinelli (sucesora de Anagrama) ya no editaba la obra completa de Roberto Bolaño. Los detectives salvajes y otros libros como 2666, Putas asesinas y Nocturno de Chile hoy son editados por Alfaguara y, muy a mi pesar, a precio de novedades. No obstante mi recorrido maratónico por las librerías de viejo del centro de la CDMX en busca de una mejor oferta, no tuve otro recurso más que comprar un ejemplar nuevo en la sucursal de una cadena (la nueva edición tiene 785 páginas y un anexo con apuntes inéditos).

¿Cuándo fue entonces que se descontinuó la edición pasada?

La historia detrás del brinco de Anagrama a Alfaguara resultó ser más dramática que un simple cambio de casas editoriales. Pero a la vez no me sorprende. No son raros los casos en el mundo literario de disputas y pleitos entre los herederos y partes interesadas, así como no es raro que un escritor pueda encontrar el éxito y la fama de manera póstuma gracias a la explotación de su obra.

Roberto Bolaño murió el 15 de julio de 2003 en un hospital de Barcelona de una insuficiencia hepática. Tenía 50 años de edad. En su testamento dejó los derechos de su obra en manos de su esposa, Carolina López, y sus dos hijos. La última disposición del escritor chileno era que su esposa, como albacea literaria, trabajara directamente en la administración y publicación de su obra con el editor y director de Anagrama, Jorge Herralde, y el crítico literario Ignacio Echevarría, estos dos, amigos cercanos del escritor.

En marzo de 2016, la prensa cultural dio a conocer que la obra completa de Bolaño se mudaba a Alfaguara, rama del gigantesco grupo Penguin Random House. Los herederos de Bolaño contaban con un nuevo agente, Andrew Wylie, conocido en los círculos de la industria literaria como “el Chacal” por su estilo de negociación. De acuerdo a un artículo publicado por López en El País, Alfaguara le ofreció un contrato con un acceso más atractivo al mercado latinoamericano, mayores beneficios para su familia y la publicación del resto de los escritos inéditos del chileno (véanse Sepulcros de vaqueros y El espíritu de la ciencia-ficción).

Aunque a primera vista López citaba diversas “razones profesionales” para justificar el cambio, el artículo también era una defensa de los señalamientos de Echevarría y Herralde en su contra. Los viejos amigos de Bolaño aseguraban que detrás de la ruptura con Anagrama, entre ellos y la viuda había conflictos personales derivados de la última relación sentimental que el escritor tuvo en vida con una mujer de nombre Carmen Pérez de Vega.

En resumen, lo que había empezado como una relación afectuosa entre una viuda y los amigos del difunto, con el paso del tiempo se fue deteriorando. Mientras López acusó a los literatos de ningunearla y de administrar la obra de su marido a sus espaldas, Echevarría y Herralde se vieron como personajes incómodos para una mujer obsesionada con borrar cualquier vínculo entre su familia y aquellos que formaron parte del círculo íntimo de Bolaño en los últimos años de su vida.

Es una historia que deja un mal sabor de boca, sin moralejas, sin aventuras, sin personajes claramente buenos, ni claramente malos (incluyendo aquel con el apodo “el Chacal”). Apagué la computadora y mejor comencé a leer.

31 DE DICIEMBRE

Si he de vivir, que sea sin timón y en el delirio.” Epígrafe atribuido a Mario Santiago en La pista de hielo (1993), segunda novela de Roberto Bolaño.

Al igual que Roland Barthes, Mario Santiago Papasquiaro murió luego de ser atropellado. El accidente ocurrió el 9 de enero, hace 20 años, y murió de sus heridas a la mañana siguiente en un hospital del Distrito Federal. Tenía 44 años de edad.

En su necrología, su amigo Juan Villoro escribió que “a los 18 años” Mario Santiago “habí­a leí­do todos los libros, visto todas las películas, escuchado todos los discos,” un iconoclasta temido y aborrecido por “nuestra serenísima república de las letras.”

Su cómplice, Roberto Bolaño, lo describió como “un poeta poeta“. Cuando éste le quiso mandar el manuscrito de Los detectives salvajes, se enteró de que su funeral apenas se había llevado cabo. Su mejor amigo no tuvo tiempo de verse como el personaje de Ulises Lima, es decir, como a sí mismo a través de los ojos de Bolaño. ¿A quién más se le podría hacer costumbre la extraña práctica de meterse a la ducha con un libro en la mano?

(A una hora de que sea medianoche…)

1 DE ENERO

Melissa Zermeño se anotó para encargarse del arte principal de la nota.

El concepto es una alteración del arte que adornaba la edición de Anagrama de Los detectives salvajes. En la imagen veíamos a tres figuras misteriosas y elegantes caminando por lo que parece ser una playa. Los colores cálidos como el amarillo y el naranja dan la impresión de un atardecer caluroso pero no lo suficiente para incomodar a las figuras bien vestidas. Por tal motivo, en mi primera lectura me imaginaba a los personajes principales de la novela: Arturo Belano, Ulises Lima y Juan García Madero, los tres poetas temerarios que recorren el desierto de Sonora, siguiendo el rastro de una poetisa olvidada por la historia, Cesárea Tinajero.

Aquellos que leyeron la novela y conocen la historia detrás de ésta saben que Arturo Belano es el alter ego de Roberto Bolaño, mientras que Ulises Lima es un personaje ficticio que representa a Mario Santiago Papasquiaro. El enigma en este cuadro es García Madero, por lo que su rostro debe permanecer oculto en nuestra alteración. García Madero es el narrador de la primera y la tercera parte de la novela, pero es notorio cómo desaparece casi por completo (salvo por algunas referencias muy, muy sutiles) en la segunda parte, la cual es mucho más extensa y abarca un mayor espacio cronológico -en el contexto de la historia- que las otras dos partes.

Aunque en la literatura no se le otorga mucho peso a detalles estéticos como el diseño de un libro, para un lector es un apoyo visual sumamente bienvenido. Después de todo, un libro es un objeto físico que sostienes en tus manos por muchas horas (nunca me han convencido los libros electrónicos). Por esto, no es raro que terminemos un capítulo y por inercia descansemos la vista en la ilustración de la portada. En el caso de Los detectives salvajes, es más fácil que una imagen como la de los tres forasteros nos remita de vuelta a la lectura, en contraste al diseño simplón empleado por la nueva edición. Ésta solo consiste del título de la novela en letras mayúsculas con el único objetivo publicista de exclamar “¡Cómprame! Soy LOS DETECTIVES SALVAJES,” desde las estanterías de una librería.

La ilustración de portada de Los detectives salvajes es, a su vez, una alteración de una pintura del artista británico Jack Vettriano. Bajo el título The Billy Boys, la obra hace alusión a una pandilla callejera de Glasgow en los años 30 con raíces fascistas. Estos días, el nombre suele ser asociado al himno de un club de fútbol de Escocia. Vettriano se inspiró en la película de Quentin Tarantino, Perros de reserva, para darle su toque a estos gangsters. En la obra original hay un cuarto personaje a la derecha del cuadro y por su forma de vestir podemos asumir que es el jefe de la pandilla.

¿Por qué será que la editorial cortó a este cuarto personaje de la ilustración? Fácil. Dentro de la “pandilla” del real visceralismo no había otros jefes aparte de Lima y Belano, siempre uno al lado del otro. Por eso, el cuarto personaje sale sobrando. Son este tipo de detalles, aparentemente minúsculos, los que le ofrecen otra matiz al libro como objeto artesanal.

Ahora bien, dirán que los real visceralistas no eran una banda callejera sino un movimiento literario. ¡Ja! Pero dile eso a los caballeros que integran o integraban “la serenísima república de las letras” mexicanas. Desde el punto de vista de los llamados “achichincles” de Octavio Paz o los “neopriistas” de los poetas campesinos, los real viscelaristas no eran más que un puñado de malandros que reventaban todo evento cultural que se topaban, vendían droga y se hacían llamar “poetas”.

2 DE ENERO

Me pasé un rato en la oficina rebotando ideas sobre el ángulo que podría adoptar para esta nota de aniversario. Así que hice una lista:

  • Reseña: El mundo no necesita otra reseña o crítica de Los detectives salvajes. Solo basta entrar a Google y escribir “detectives salvajes reseña” para que aparezcan 27,700 resultados. Y solo en español
  • Retrospectiva: Personas más aptas que yo han tomado la ruta académica y han analizado cada aspecto de la novela y han llevado a cabo las entrevistas correspondientes.
  • Una encuesta sobre el significado del final: Suena interesante, pero estaría reduciendo mi audiencia máxima de lectores. De (1) la gente que ya tiene el libro en su casa, a (2) la gente que está leyendo la novela, y de ahí a (3) la gente que ya leyó el libro hasta la última página. Porque sé de varios que lo dejan a la mitad.
  • Una guía por los lugares de la CDMX que sirven de escenarios clave en la novela: Bucareli, Colima, Reforma, Misterios, Niño Perdido, etc. No sonaba mal, aunque podría ser muy clavado para un tema de interés trivial.
  • Un rescate de la figura de Mario Santiago Papasquiaro y/o la poesía infrarrealista. Me agradó mucho este posible ángulo.

Entonces fue que se me ocurrió la idea de redactar la nota a modo de diario, tal como lo hace el narrador de la novela en la primera y tercera parte.

A todas luces, la idea puede parecer presuntuosa, eso me queda claro. Pero al mismo tiempo es más divertido. Vaya, la literatura es ya de por sí como un juego, y dicho sea esto, me acordé de una clase de literatura en la que teníamos que entregar un reporte sobre nuestra lectura de Ficciones de Jorge Luis Borges. Unos días después, el maestro nos contó sobre un compañero que escribió como reporte una copia exacta, palabra por palabra, del cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”. El maestro le dio la máxima calificación. Resulta que aquel estudiante había descifrado el juego.

3 DE ENERO

En la página 263 me topé con una frase que me hizo reír a carcajadas, lo que provocó algunas miradas en el metro. La frase es emitida por un personaje llamado Lisandro Morales, director de una pequeña editorial en México. Dice así:

Yo no creo que sea un lujo publicar poesía sino una soberana estupidez.

Momentos antes, el mismo personaje había dicho que “La poesía no vende,” lo que es cierto. No importa en qué año leas esto, pocas expresiones artísticas generan tanta apatía, confusión y aburrimiento entre las masas como la poesía. Y esto no es un ataque sobre el consumo popular del entretenimiento. La poesía perdura, incluso en la era digital, precisamente por su condición de arte marginal. De hecho, no hay forma de expresión más subversiva que pueda adoptar un joven que un poema, porque la poesía se mueve a contracorriente de los medios aceptados de consumo y producción de su propia generación.

Ahora bien, un poeta joven que no solo se desentiende de la cultura popular, sino que encima desdeña, insulta y escupe sobre los parámetros generalmente aceptados de lo que debe ser un poema, es una persona que sube a un nuevo nivel de transgresión.

Los infrarrealistas eran eso, un pequeño e inestable grupo de transgresores, más o menos dirigido por Roberto Bolaño y M.S. Papasquiaro en el México de los años 70. En Los detectives salvajes, Bolaño se inspira en las andanzas del movimiento creado por el entusiasmo de la juventud para darle nombre a los real visceralistas. Pero aún así, en las voces de sus personajes, no esconde ni maquilla los defectos y prejuicios del infrarrealismo.

Los infrarrealistas representaban el cubetazo de agua fría que de vez en cuando necesita la poesía para despertar del trance producido por su propio snobismo. Si a la poesía del establishment se le critica por su aura elitista, arrogante, excluyente, clasista y conservadora, el infrarrealismo es la irrupción que sacude las columnas de marfil.

El infrarrealismo seguía los pasos del estridentismo, un movimiento de la vanguardia mexicana de los años 20 que fue poco apreciado por las vacas gordas de la época. Un personaje de la novela describe al estridentismo como una broma. Este movimiento, a su vez, estuvo inspirado en el dadaísmo, un movimiento artístico de la década anterior que tuvo su origen en Europa Central.

Quizás esto sea lo que más lamentan los críticos del infrarrealismo, que los transgresores contemporáneos de Paz no hayan sido más que una copia barata de una copia local de un prototipo del surrealismo que mucho ruido hizo pero poco impacto tuvo.

Pero no me parece que estos destellos de rebeldía, como lo fue el infrarrealismo, tengan la meta auténtica de dejar su huella en el canon (no obstante su ambición juvenil de “cambiar la poesía latinoamericana”). Su intención más bien se basa en alterar de manera violenta y abrupta las convenciones del presente. Así como dice Tristan Tzara en su primer Manifiesto Dada:

No reconocemos ninguna teoría. Estamos hartos de las academias cubistas y futuristas: laboratorios de ideas formales. ¿Es que se hace arte para ganar dinero y acariciar a los gentiles burgueses?

El infrarrealismo dejó tras de sí una muy escasa obra, pero su espíritu vanguardista perdura, no en la página impresa sino en la energía que impulsa la mano de un artista y en las miradas incómodas de su audiencia.

Manuel Maples Arce, fundador del estridentismo (Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=62191963)

4 DE ENERO

¿Qué podemos llevarnos de Mario Santiago Papasquiaro?

A juicio de escritores como Christopher Domínguez Michael, absolutamente nada. En las páginas de Letras Libres, el crítico escribió que Papasquiaro era “un poeta mediocre de los muchos que se sumaron, durante un cuarto de siglo, al Aullido de Allen Ginsberg, obrando en consecuencia…”

El poeta Gabriel Zaid es más implacable en su crítica de la poesía de Papasquiaro: “A pesar de sus ambiciones, su fama póstuma no es hija de sus obras, sino de la obra de Roberto Bolaño que lo salvó de la fosa común y lo convirtió en leyenda.” Cualquier intento de defender sus versos es percibido como una advocación de la basura, afirmó el pensador.

Del otro lado del cuadrilátero hay escritores como Heriberto Yépez, quien redactó una réplica al ensayo crítico de Domínguez Michael sobre la aparente canonización de poetas como Papasquiaro o Ulises Carrión:

Te escandalizas que estos cambios ocurrieron a contracorriente de los estamentos y represas que tanto cuidas, y te espanta que la refiguración acaeció de noche, sin que nadie haya solicitado tu venia o la de tu patrón.

Fue un debate literario bastante interesante y que puedes consultar en los enlaces proporcionados arriba.

Pero a mi parecer, figuras como Papasquiaro o Carrión son las manifestaciones inevitables de los mecanismo impuestos por un canon. ¿Hacia dónde pueden levitar los artistas cuya poética no encaja en los criterios de los pocos bandos en México que controlan el acceso a las principales vías de expresión?

No debe ser sorpresa que estas voces entre las grietas exploten con violencia y furia sobre los márgenes de las élites letradas, incluso cuando estas voces, al dejar que tomen el micrófono, carezcan de los méritos artísticos tradicionales.

Por tal motivo, más que lamentar la popularidad de personajes incómodos para las letras mexicanas, deberíamos celebrar a figuras como Papasquiaro y de alguna manera homenajearlos, porque ellos simbolizan el rompimiento de los esquemas homogéneos dentro de la industria artística, al igual que una muy sana diversidad de expresiones.

Al mismo tiempo, la obra de Papasquiaro debe estar sujeta a los mismos criterios que empleamos para valorar la poesía de José Emilio Pacheco, Efraín Huerta y, por qué no, Octavio Paz. Y supongo que esto es lo que más irrita a los discípulos del Nobel mexicano, la posibilidad de que Paz sea mencionado en el mismo párrafo que Papasquiaro y que sea incluido en la misma antología (uno arriba del otro, si es en orden alfabético).

Cierto, gran parte de la fama póstuma de Papasquiaro se debe a la novela de Roberto Bolaño, una epopeya sobre un movimiento juvenil fracasado, (palabras de Zaid). Pero tal es el magnífico poder de la narrativa. Enaltece a los Quasimodos del mundo.

Colonia Roma (Archivo General de la Nación)

5 DE ENERO

Hoy no pude leer ni investigar nada sobre los Detectives Salvajes. Lo cual es bienvenido. Anoche ya estaba soñando con páginas de la novela.

6 DE ENERO

Uno de los principales encantos de la novela es ver cómo Bolaño se apropia de las voces de varios personajes de la vida real para incorporarlos a su historia. Tal es el caso de Manuel Maples Arce, Verónica Volkow, Michel Bulteau o Carlos Monsiváis (éste último: “me recordaron a José Agustín, a Gustavo Sainz, pero sin el talento de nuestros dos excepcionales novelistas”).

En cuanto a los demás personajes, Bolaño también se basa en conocidos y amigos cercanos, pero se toma la libertad de cambiar sus nombres, como lo haría cualquier narrador de ficción. Algunos pueden ser reconocidos por el lector promedio, otros no. Por ejemplo, Pancracio Montesol es Augusto Monterroso o José “Zopilote” Colina es José de la Colina.

Aparte de los nombres de personas, el autor modifica los nombres de diversos lugares, principalmente los de cafés, bares y negocios de la CDMX. Uno de los más concurridos por los personajes es el Café Quito, ubicado sobre Bucareli, el cual no puede ser otro más que el histórico Café La Habana.

Me di una vuelta por ahí ya que nunca lo había visitado por dentro, para ser honesto. Al mismo tiempo había afuera una marcha del Sindicato Mexicano de Electricistas (para el que no está al tanto, el café está a una cuadra de la Secretaría de Gobernación). Le tomé una foto a la placa de la entrada de la manera más discreta posible. No me gusta verme como extranjero en mi propia ciudad.

Es de notar las curiosas similitudes entre los trayectos de Roberto Bolaño y Ernesto Guevara. Ambos originarios del Cono Sur, ambos identificados con la izquierda, ambos recorrieron buena parte del mundo, ambos rebeldes incorregibles, ambos líderes de sus respectivos movimientos, ambos encontraron su propósito en la Ciudad de México. Solo que uno se inclinó por un lado extremo de la literatura y otro por un lado extremo de la política

7 DE ENERO

¿A qué se debe el éxito de Los detectives salvajes?

No me refiero a los premios literarios que colocaron a la novela en el mapa (los premios Herralde y Rómulo Gallegos) sino la aceptación popular de un mercado internacional sumamente difícil de conquistar, particularmente para un autor latinoamericano y particularmente para una novela que no está estructurada como propuesta de guion cinematográfico (aunque eso no ha impedido que haya productores interesados en adaptar este Rayuela noventero al cine).

Es de notar que Los detectives salvajes es de aquellas narrativas en la que los personajes se mueven, consumen y hablan sobre literatura, poesía y teatro a más no poder. Y este tipo de narrativas suelen ser chocantes para una buena porción del mercado que no se identifica, ni simpatiza con “el placer literario”. A pesar de todo esto, Los detectives salvajes conquistó los gustos tanto de la crítica como de la opinión popular.

Aunque no puedo hablar por el resto del mundo (pero me atrevo a decir que el hype de 2666 tuvo mucho que ver), por lo menos aquí en México puedo comprender el encanto que produce una historia que traza el mapa del país en general y de su ciudad capital en específico.

Por supuesto, Los detectives salvajes no es la primera novela que nos transporta por las calles del ex-Distrito Federal. Ni siquiera es la primera novela escrita por un extranjero que retrata la atmósfera que se respira y se percibe en el centro del país (Bajo el volcán de Malcolm Lowry se viene a la mente). Pero al conquistar el éxito internacional, la novela se vuelve embajadora de la identidad cultural de nuestro país, una especie de postal que ilustra con lujo de detalle la complicada vida de los habitantes del monstruo-ciudad antes llamado DF.

Puesto así, no es raro que los mexicanos nos veamos conmovidos por cierta sensación de nostalgia, y no tanto por la década de los 70, sino por los retratos de una juventud despreocupada e irreverente, que se desplaza con facilidad entre las calles del laberinto de concreto y suciedad que es nuestro hogar.

No por nada las películas mexicanas ambientadas en la Ciudad de México parecen inyectadas con una fuerte dosis de romanticismo, desde Los caifanes hasta Güeros, pasando por Amores perros. La próxima película de Alfonso Cuarón, ambientada en la colonia Roma de los años 70, parece que seguirá esa misma línea, aunque la trama aún sigue bajo candado.

Con Güeros debo hacer una mención aparte. Al igual que Los detectives salvajes, la película de Alonso Ruizpalacios nos cuenta la historia de un grupo de jóvenes medio marginados que recorren la CDMX y emprenden la búsqueda de un artista olvidado, casi una figura mítica. Solo que en el caso de Güeros no es una poetisa del estridentismo sino un cantautor que “hizo llorar una vez a Bob Dylan”.

Esto no quiere decir que Güeros le haya copiado la trama a Bolaño. La humanidad lleva siglos contando historias de detectives y personas perdidas. Curiosamente, las mejores historias de esta índole son aquellas que demuestran las verdades de la naturaleza humana. Es decir, la recompensa que buscamos no es aquella que nos espera al final del camino, sino las lecciones que nos revela el proceso de búsqueda en sí mismo.

8 DE ENERO

Aún me quedan 200 páginas para terminar mi relectura Los detectives salvajes. Creí que podía leer más rápido. De cualquier forma, tengo bien marcado en la memoria el final de la novela. Las últimas tres páginas no dejan de sacarme de quicio y cualquier intento de explicarlo saldría sobrando. Que cada quien tenga su propia interpretación.

9 DE ENERO

Hice una lista de todos los títulos de libros citados en las páginas de Los detectives salvajes.

1. Afrodita, Pierre Louÿs.
2. Manifeste Électrique Aux Paupières De Jupes, Matthieu Messagier, Michel Bulteau, Adeline, Jacques Ferry, Patrick Geoffrois, Jean-Jacques Faussot, Jean-Pierre Cretin. Alain Jouffroy
3. Sang de satin, Michel Bulteau
4. Nord d’été naître opaque, Matthieu Messagier
5. Le parfait criminel, Alain Jouffroy
6. Le Pays où tout est permis, Sophie Podolski
7. Cent mille milliards de poèmes, Raymond Queneau
8. Little Johnny’s Confession, Brian Patten
9. Tonight at Noon, Adrian Henri
10. The Lost Fire Brigade, Spike Hawkins
11. Los cantos de Maldoror, Conde de Lautréamont
12. Lieux de la douleur, Eugène Savitzkaya
13. Rimas japonesas, Efrén Robellado
14. Astronómica, Marco Manilio
15. Santa, Federico Gamboa
16. Nuevo novísimos poetas españoles, Josep María Castellet
17. Cuerpos y bienes, Robert Desnos
18. El informe de Brodie, Jorge Luis Borges
19. Una noche con Hamlet y otros poemas, Vladimir Holan
20. Rojo y negro, Stendhal
21. Aforismos, Georg Christoph Lichtenberg
22. Ocnos, Luis Cernuda
23. Ifigenia cruel, Alfonso Reyes
24. El plano oblicuo, Alfonso Reyes
25. Retratos irreales e imaginarios, Alfonso Reyes
26. Simpatías y diferencias, Alfonso Reyes
27. Prosas dispersas, Julio Torri
28. Mujeres, Eduardo Colín
29. Li-Po y otros poemas, José Juan Tablada
30. Catorce poemas burocráticos y un corrido reaccionario, Renato Leduc
31. Incidentes melódicos del mundo irracional, Juan de la Cabada
32. Dios en la tierra, José Revueltas
33. Los días terrenales, José Revueltas
34. El periquillo sarniento, José Joaquín Fernández de Lizardi
35. Los de abajo, Mariano Azuela
36. José Trigo, Fernando del Paso
37. Andamios interiores, Manuel Maples Arce
38. Urbe, Manuel Maples Arce
39. La rosa de los vientos, Juana de Ibarbourou
40. Las lenguas de diamante, Juana de Ibarbourou
41. Las penas del joven Werther, Johann Wolfgang von Goethe
42. En busca del tiempo perdido, Marcel Proust
43. La montaña mágica, Thomas Mann
44. Los miserables, Victor Hugo
45. Guerra y paz, León Tolstói
46. Cantares, Ezra Pound
47. La filosofía en el tocador, Marqués de Sade
48. Justine, Marqués de Sade
49. Juliette, Marqués de Sade
50. Los 120 días de Sodoma, Marqués de Sade
51. Ether-Mouth, Michel Bulteau
52. Antología de la poesía mexicana del siglo XX, Carlos Monsiváis
53. Poesía en movimiento, Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco, Homero Aridjis
54. El cementerio marino, Paul Valéry
55. La religión dentro de los límites de la humanidad, Paul Natorp
56. Tractatus Logico-Philosophicus, Ludwig Wittgenstein
57. La rosa ilimitada, J.M.G. Arcimboldi (autor inventado por Bolaño y que jugaría un papel clave en 2666)
58. El hombre de deseo, Louis Claude de Saint-Martin
59. Selected Poems, Ezra Pound
60. El llano en llamas, Juan Rulfo
61. La genealogía de la moral, Friedrich Nietzsche (*hasta la página 596)

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