Brexit, una llamada para que Europa despierte

CIUDAD DE MÉXICO, México, jun. 24, 2016.- Las nubes de euroescepticismo populista en la Unión Europea tienen un lado positivo. En Bruselas y en varias capitales de Europa, los líderes saben que la UE debe responder al descontento y que esto puede traducirse en un rédito político, afirma el analista Giles Merritt en el texto Europes Wake-Up Call, publicado en el portal Project Syndicate.

De acuerdo con Merritt, los argumentos de la campaña por el Brexit fueron imprecisos, si no mentirosos, pero fueron un catalizador para los británicos molestos. Sin embargo, sostiene, dejaron al descubierto las flaquezas de la UE y obligan a los líderes europeos a no ignorarlos más.

Para el editor de Europe’s World, el ascenso de los partidos populistas de Europa ejerce una presión similar en el continente, aunque con escasa credibilidad política. Por el contrario, quienes promueven y defienden el Brexit en el Reino Unido incluyen a ministros de gobierno que argumentan que la toma de decisiones de la Unión Europea es antidemocrática.

Y es cierto, continúa el texto, los principales fracasos de la UE tienen poco que ver con la democracia. No se puede culpar a la toma las decisiones la UE del caos de la crisis de refugiados y de inmigrantes, de la respuesta inadecuada de Europa a la Primavera Árabe de 2011, de la crisis de Ucrania tres años más tarde y de la firmeza de Rusia, pero sí subrayan su incapacidad para reaccionar de manera rápida y decisiva. Es más, detalla, destacan su impericia para evitar problemas con estrategias económicas y de seguridad.

De cualquier manera, afirma Merrit, la democracia es clave para el futuro de la UE. Durante años, los críticos han señalado el "déficit democrático" de Europa. El Consejo de Ministros -que, junto con el Parlamento Europeo, conforma la legislatura de la UE- es tan impenetrable y reservado como el de Corea del Norte, y opera a puertas cerradas, sin registro público de quién dijo qué.

Ha habido acciones modestas para aumentar los poderes del Parlamento Europeo, pero no han sido suficientemente reconocidas por la población europea para acallar los reclamos.

Así, dice el especialista, para apaciguar la antipatía de los votantes hacia la UE se requiere un cambio sustancial, y los políticos de Europa no pueden ser omisos a esta verdad incómoda.

El principal temor de los gobiernos de la UE es que el Brexit desate referendos similares en otras partes, lo cual daría un golpe devastador a la credibilidad de la unión de naciones, tanto dentro de los estados integrantes como en sus relaciones internacionales.

Sin embargo, la opción de quedarse no habría mejor si las instituciones de la Unión Europea sólo se aliviaran sin modificar las estructuras disfuncionales. En ese caso, augura Giles Merritt, los populistas utilizarían la situación para mermar el respaldo de base de los partidos tradicionales.

La última vez que la Unión Europea enfrentó una situación similar fue en 2005, cuando los referendos en Francia y Holanda cuestionaron el tratado constitucional del bloque europeo; sólo que entonces la UE estaba en apogeo y tenía una ambiciosa expansión. Quizá, dice Merritt, las instituciones podrían aprovechar que están en su punto más bajo de popularidad para proponer un cambio, aunque parezca menos probable.

En realidad, afirma, la caída de la productividad y la reducción de la fuerza laboral de Europa indican que vienen tiempo más difíciles y refuerzan la necesidad de que la UE sea más eficiente, más democrática y más receptiva.

Merritt se pregunta cómo se pueden transformar organismos desvencijados de toma de decisiones que han sido objeto de adiciones temporales y reajustados durante más de 40 años en una democracia eficiente y operativa. El especialista recuerda que los cambios no pueden obviar ni ignorar la soberanía de 28 países con culturas políticas muy diferentes y un conjunto de intereses nacionales y regionales en conflicto. Es decir, concluye, no existen modelos obvios a los cuales recurrir.

Los politólogos han sugerido decenas de ideas, que van desde la reintroducción de dobles mandatos (dándoles a los parlamentarios nacionales una banca en el Parlamento Europeo) hasta la creación de un Senado de la UE en un sistema bicameral. Pero los detalles de una UE más democrática, en la que la Comisión sea verdaderamente responsable ante la población, son menos importantes que la voluntad política de avanzar.

Merritt afirma que la mayoría de los gobiernos nacionales de Europa se han opuesto a una UE más simplificada y democrática, pero no pueden seguir ignorando a los partidos euroescépticos tanto en la extrema izquierda como en la extrema derecha y deben responder a esa amenaza creando una democracia supranacional que satisfaga las preocupaciones legítimas de los votantes.

La Convención Europea de 2003, dice el editor, la UE no ofrece ninguna fórmula para el futuro. Su actividad se llevó a cabo en gran medida fuera de la vista. Para frenar las crecientes críticas de Europa, la UE necesita el golpe de efecto de un debate abierto que involucre a la sociedad civil, no sólo a un puñado de representantes políticos. Su premisa debe ser que la UE va camino a la disolución, y que sólo si se vuelve más receptiva a los reclamos de los ciudadanos de Europa podrá revertir la tendencia.

tfo